De todas las cualidades, buenas y malas que pueda poseer una persona, la menos común de todas es la empatía.

Es quizás por eso que imperan entre la gente el egoísmo, la indolencia y la indiferencia al dolor y los males ajenos.

Ese es el punto. Existe una brecha tan grande entre los seres humanos, que la mayoría se siente en su propio espacio, intocable, infalible. Tan seguro de que a él jamás le pasará lo mismo que a su pariente, amigo, vecino, conocido o compañero de labores.

Los humanos nos hemos distanciado tanto que cada vez nos alejamos más de todo lo humano y vivimos, actuamos y pensamos como artefactos mecánicos, que siguen al pie de la letra las pautas de su “programación”.

Algunos se creen perfectos, lo que les hace creerse revestidos de autoridad para cuestionar, sancionar y juzgar a todos a su alrededor. Su ligereza va tan lejos, que no es raro escucharles proclamar, que ellos por nada cometerían el error por el que ahora censuran a un tercero.

Son implacables. No hay razón alguna para fallar.

Ante el dolor y la desesperación de sus semejantes, la única respuesta que conocen y ofrecen es la indiferencia y cuando mucho, abrirán sus bocas solo para echar sal a la herida con la típica y desalmada expresión: “tú te lo buscaste”.

No es de sorprender que agregue: “a mí no me pasa algo así “.
La falta de empatía, impide a las personas ser solidarias, les nubla el sentido, no les permite colocarse en el lugar de quienes sufren, de aquellos que padecen las consecuencias de sus equivocaciones y solo esperan una nueva oportunidad para volver al camino del que se alejaron una vez.

Con el tiempo la gente olvida que como seres humanos, nada humano nos es ajeno.

A todos nos toca reír y llorar, perder y ganar, ir cuesta arriba un momento y cuesta abajo otro tanto.

Todos cometemos errores, nos equivocamos, hacemos y nos hacen daño, mentimos y nos mienten.

Pedimos perdón y perdonamos, causamos dolor y otros nos lastiman profundamente.

Fallamos y nos fallan. Decepcionamos y nos decepcionan.
Y así, todos pasamos por esa infinidad de sentimientos y situaciones de las que nadie se escapa mientras le dure la vida.

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