Las noticias de violencia, a todos los niveles y en todos los escenarios donde concurren seres humanos, están a la orden del día. Siempre se habla de ola de violencia, esto es porque aunque esta se ha convertido en una constante, en verdad, hay temporadas durante las cuales se multiplican los hechos, al tiempo que cada vez se emplean métodos más bárbaros, que desvelan la cada vez más preocupante deshumanizacion de las personas.

Los “novedosos” métodos de infligir violencia, no sólo revelan la crisis de piedad que afecta a los humanos, sino, y aún peor, la pérdida del valor de la vida, esa que es considerada como “el bien más preciado”.

La ambición, las ansias de poder, la arrogancia, la prepotencia, la envidia, el querer lo fácil, la intolerancia, la falta de honestidad son solo algunos generadores de violencia.

Como sabemos, la violencia no es sólo propinar o recibir golpes físicos. Es mucho más extensa.

Va más allá de palabras groseras que se dicen o se escuchan.
Se ejerce y se recibe violencia, cuando limitamos el desarrollo de otros u otros limitan el nuestro.

Cuando obligamos a otros o nos obligan a hacer, no hacer, a decir o no decir algo.

Cuando quitan o le quitamos la oportunidad por simple capricho.
Cuando negamos o nos niegan el acceso a un espacio al cual todos tienen derecho.

Cuando nos restan o restamos méritos, solo por temor a ser superados.

Cuando nos imponen o imponemos nuestra voluntad solo porque se tiene poder para decidir.

Cundo nos hacen aceptar o hacemos que otros acepten condiciones desfavorables aprovechándose de las necesidades de los demás.

La violencia genera violencia. Así es. En la medida en que somos sometidos, obligados, desprovistos de lo que creemos merecer, vejados, marginados, lastimados e impedidos de acceder a un lugar por cuestiones de sexo, raza o credo, nos están
llevando a responder en consecuencia, es decir de manera violenta.

Algunas personas aún no entienden en todos los escenarios en los que se ejerce y recibe violencia. No se dan cuenta que esta se encuentra en todas partes. Piensan “si no hay golpes físicos, entonces no existe agresión”.

Esta es la razón por la cual se hace cada vez más difícil terminar con este mal y sus devastadoras consecuencias.

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