Con frecuencia nos equivocamos, creemos erróneamente que tenemos derecho a algo, que merecemos estar en un lugar y junto a alguien, pero en realidad, no pertenecemos a ese lugar que sentimos o reclamamos como nuestro.
Muchas veces solo somos alguien más en el día a día de esa persona de la que creemos merecer estar siempre cerca.
Unas veces nos equivocamos porque somos soñadores, inocentes, si se quiere utilizar un término menos hiriente que tontos o ilusos, pero en la mayoría de los casos, nuestra confusión es producto de las palabras vacías que nos dicen y nos hacen creer que somos lo más importante y amado.

Nos llegamos a creer que nuestra compañía es lo más anhelado, pero que por ciertas limitaciones, debemos pasar largos periodos de soledad hasta que se den las condiciones de tiempo y espacio.

Sin embargo, cuando logramos por momentos poner los pies sobre la tierra, ver nuestro entorno sin apasionamiento, con objetividad, desprovistos de indulgencia, vemos con claridad que en realidad no solo no somos únicos, sino que pretendemos más de lo que los demás están dispuestos a concedernos.

Solo si somos brutalmente honestos con nosotros mismos, podremos admitir que vivimos totalmente equivocados, que nuestra soberbia nos ha llevado a pensar que somos indispensables, irreemplazables, que tenemos la última palabra, que merecemos lo mejor aún sin haber hecho lo suficiente para obtenerlo.

Solo siendo sinceros con nosotros mismos, sabremos entender que a veces no es lo que uno quiere, sino lo que le corresponde.

Cuando vemos la realidad, nos vemos tal como somos y es cuando por fin aceptamos que no hicimos lo suficiente para lograr lo que tanto deseábamos, nos damos cuenta de que somos apenas necesarios, y no indispensables como nuestro ego nos llevó a creer, es cuando no tenemos más opción que aceptar lo que nos toca y de paso agradecerlo.

Posted in Mi Tiempo

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas