Siempre me han preocupado el atrevimiento de la ignorancia, la falta de autocrítica, la indulgencia para evaluar las capacidades propias y las de otros.

No se trata de convertirse en jueces tan severos que nadie pueda salir absuelto, ni de ser tan perfeccionistas que ningún resultado sea digno de nosotros, como para ser presentado con orgullo.

En la vida diaria existen miles de ejemplos en diferentes áreas, pero este espacio lo voy a dedicar al arte de escribir, especialmente escribir en los medios de comunicación y en las redes sociales.

Si bien es preocupante y más que eso, irritante, la cantidad de barbaridades que la gente publica, con la seguridad de que están “redactando” una nota informativa, una noticia, o un reportaje, es peor, cuando se trata de una columna de opinión o de un análisis noticioso, publicado en las redes sociales.

Pero donde la cosa es realmente inconcebible, es cuando estos “ejercicios periodísticos” aparecen publicados en los medios de comunicación tradicionales, donde en algunos casos, da la impresión de que sobra espacio para ceder, cuando debería ser lo contrario, ante la apertura y facilidad que ofrecen las redes para que las personas escriban y publiquen, sin pasar por las manos de un editor o corrector.

Es sabido que algunos “escritores” recurren a “la trampa” de pedirle a algún intelectual que corrija o trate de corregir sus artículos antes de presentarlos a los editores o directores de medios, pero cuando existen errores de origen y cuando la incoherencia es la materia prima del material en cuestión, es poco lo que se puede hacer.

Aparte de que a veces entran algunos sentimientos que impiden realizar una evaluación objetiva de los textos y es cuando se les hace más mal que bien a los aspirantes a escritores, que si bien merecen ser estimulados, también se les debe hacer notar sus debilidades, con el objetivo de que puedan superarlas, o limitarse a perfeccionar lo que han venido haciendo de manera aceptable.

Siempre he pensado que existen límites que deben ser respetados. Es cierto que todos tienen el mismo derecho a soñar y desear, a veces, seguir los pasos de otros, pero también existe el talento, en este caso, el arte de escribir, que no se regala, no se compra, no se adquiere por contagio, y que jamás se conseguirá por intercambio. Es más que un arte, un don y como tal, no es para todos.

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