Nos tocó este presente: desigual, incierto, marcado por retrocesos disfrazados de progreso, por mentiras que se repiten hasta convertirse en leyes, por la normalización del abuso, la crueldad y la indiferencia.
Nos ha tocado vivir aquí y ahora, mientras el planeta se desangra, los derechos retroceden y los poderosos negocian nuestro futuro como si fuera una ficha más en su juego de poder.
Como dice Gandalf en El Señor de los Anillos: “No elegimos en qué tiempos vivimos. Sólo podemos decidir qué hacer con el tiempo que se nos ha dado.”
Y yo le agrego: mientras la gente decente no tengamos las riendas de nuestro futuro colectivo (mientras las decisiones sigan dominadas por la codicia, la crueldad y el cálculo político), la incertidumbre será parte de cada paso. Pero, incluso en medio de esa incertidumbre, decidimos; Decidimos si nos rendimos o resistimos. Si callamos o hablamos. Si nos acomodamos o transformamos. Y eso, precisamente eso, lo cambia todo.
Lamentablemente, nos toca resistir. Pero, resistir no es solo aguantar ni sobrevivir. Resistir es un acto de conciencia y de amor. Es negarnos a aceptar lo que nos quieren imponer como “normal”. Es elegir la dignidad cuando resulta incómoda. Es cuidar cuando nos invitan a abandonar. Es tender la mano cuando el sistema empuja al sálvese quien pueda.
Cada gesto cuenta.
Cada “no” que rompe la cadena del abuso. Cada abrazo en medio del caos. Cada acto de cuidado en un mundo que desprecia la fragilidad. Resistir es sostenernos mutuamente sin perder el horizonte. Es decir: “Esto no está bien, y no me acostumbro”
Pero, no basta con resistir.
También nos toca transformar. Y no de forma superficial. No con discursos vacíos o reformas cosméticas. Transformar de raíz. Cambiar el modelo. Cuestionar los pilares. Desaprender lo que nos enseñaron como éxito. Redefinir el poder, la riqueza, la productividad, el sentido del tiempo y del progreso. Transformar es poner la vida en el centro: la humana, la animal, la vegetal, la colectiva. Es volver a preguntarnos: ¿para qué sirve todo esto, si no mejora la vida de todos?
Porque resistir sin transformar es solo aprender a vivir entre ruinas. Y no vinimos al mundo para eso.
No elegimos estos tiempos. Pero, aquí estamos. Y aquí (en este presente roto) tenemos una tarea urgente y colectiva: resistir y transformar. No desde el heroísmo solitario, sino desde la responsabilidad compartida. Por quienes vinieron antes, por quienes luchan hoy, y por quienes aún no han nacido.
Porque incluso en medio del caos, hay quienes deciden actuar con dignidad. Y eso también es una forma de esperanza. Y la esperanza, cuando se convierte en compromiso, transforma, y nunca volvemos a ser los mismos.