En el panorama internacional sobresalen una serie de temas disímiles y complejos a la vez, porque están incidiendo en la dinámica interna y en la reconfiguración que va exhibiendo el escenario geopolítico.
Sobre el particular, se citan las inconformidades de un sector de la población israelí que se lanzó a las calles a protestar masivamente para reclamar la anticipación de las elecciones con miras a la renovación de sus autoridades políticas y con ello un reenfoque de la agenda vigente en ese país, que por ahora está determinada por el conflicto bélico con Palestina, que también arrastra a otras naciones de la región.
Las tensiones podrían aumentar tras el ataque contra la sede diplomática iraní en Damasco, Siria, cuyas autoridades responsabilizan al Estado sionista.
A Siria se le percibe como un aliado de Rusia, desde que este último país empezó a apoyar el régimen de Bashar al Asad, lo cual le permitió mantenerse en el poder a raíz de la guerra civil que se desató a partir de 2011 y lograr además reconquistar territorios que había ganado el Estado Islámico, que reivindicó el atentado terrorista perpetrado recientemente en un centro comercial y sala de entretenimiento en Moscú, procediendo a hacer “un llamado a sus fieles para que provoquen ataques individuales en Europa y Estados Unidos para apoyar a los musulmanes en Gaza”.
El terrorismo vuelve a resonar como tema de interés, especialmente para los países más vulnerables que lo contemplan dentro de su agenda de riesgos y amenazas, porque así lo van imponiendo las circunstancias y los antecedentes son una evidencia clara de que lobos solitarios inspirados por el Estado Islámico y otros grupos terroristas han logrado provocar tragedias sobre todo en países occidentales, como los que se ubican en Europa y el propio Estados Unidos, que atraviesan por una ola migratoria irregular y descontrolada, que los hace más susceptibles ante este nuevo escenario.
Por otro lado, el poder hegemónico que por dos décadas mantuvo el presidente turco, Recep Erdogan, quedó diezmado en las elecciones municipales del domingo pasado, en las que la oposición logró imponerse para retener las alcaldías de ciudades tan importantes como Ankara y Estambul, además de conquistar antiguos bastiones del oficialista Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, por sus siglas en turco), el cual representa al islamismo ultraconservador.
El éxito electoral de la oposición turca debemos observarlo a partir del deseo de cambio que se viene avistando desde los comicios presidenciales, donde Erdogan tuvo que ir a un balotaje que ganó por un estrecho margen, evidencia de lo dividida que está la sociedad en cuanto a la definición de su futuro político, hace menos de un año.
Esta victoria se puede analizar a partir del temor de los sectores liberales a que haya una radicalización del islamismo ortodoxo con el cual se identifica Erdogan, porque a pesar de que Turquía es un país con una población musulmana en su gran mayoría, también les confiere libertades a sus ciudadanos que en otras naciones árabes son condenadas por sus autoridades religiosas.
Ya en el sentido más próximo, mencionamos la crisis política en ciernes en Perú, que puede generar protestas desestabilizadoras de sus principales ámbitos de interés nacional.
Esto así, por la investigación que realiza la Fiscalía contra la presidenta Dina Boluarte, por el “caso Rolex”, en el que se le atribuye la adquisición de relojes de última generación de esa marca y joyas valiosas que no ha declarado a la entidad correspondiente.
Si finalmente la oposición política que lidera el Congreso (unicameral) logra encaminar la moción de censura o vacancia de cara a su destitución, Perú estará expuesto al retroceso que imponen estos cambios constantes de dirección política, que hacen imposible que pueda disminuir sus niveles de desigualdad y fortalecer su sistema democrático.
En cuanto a Venezuela, la Administración de Nicolás Maduro está creando las condiciones para perpetuarse en el poder en las elecciones presidenciales previstas para el 28 de julio de este año, porque las candidatas opositoras con mejores proyecciones y consensuadas por la oposición, María Corina Machado y Corina Yoris, no pudieron sortear los obstáculos impuestos por el régimen para poder inscribir sus respectivas candidaturas.
Hasta el momento no se perfila cuál de los candidatos podría encarnar con éxito el voto opositor, porque los 11 que han sido presentados carecen de arrastre e incluso algunos se vinculan al oficialismo.
Mientras tanto, el chavismo está recibiendo críticas de sus aliados, los presidentes de Colombia, Gustavo Petro y de Brasil, Lula da Silva, quienes cuestionan la democracia en el marco de este panorama comicial que para muchos está complicado.
En resumen, a nivel global se están registrando cambios en la dinámica interna y las relaciones entre los países que están redefiniendo el tablero geopolítico y con ello la agenda de intereses, marcando un proceso cuyo fin por ahora no se vislumbra en el futuro inmediato.