La desconfianza es cultural en Dominicana y a medida que nos desarrollamos como sociedad desorganizada, crece la desesperanza y se esfuma la poca confianza que en lo estatal, el criollo tiene. La vida digital, la cibernética, el internet y sus recursos, vital en la vida moderna, ha abierto a la vez, un amplísimo campo de acción a delincuentes digitales, dedicados a estafar, a sustraer lo que otro sudó y a suplantar identidades ajenas. La Policía creó un departamento que se ajusta a los términos para estar a tono con la parafernalia del tema: “Departamento de Investigación de crímenes y Delitos de Alta Tecnología”, Dicat, con local separado de la sede central, aunque con protocolos y accionar propios del órgano policial. El robo de equipos electrónicos es el pan nuestro de cada día, en la vida del dominicano de hoy. Me fue sustraída una tablet iPad en un conocido parador en la autopista Duarte. No valieron videos, denuncia, suministro de datos, contacto con oficiales superiores, ubicación del lugar adonde se encontraba el equipo durante meses y todo ello entre una burocracia aplastante, sin acción. Al final lograron desbloquearla y desapareció de las rutas de seguimiento y jamás los “investigadores” intentaron comunicarse conmigo. Otro caso con ribetes mucho más graves es el de una persona cercana, muy cercana a mí, a nombre de quien supuestamente “alquilan” casas en Metro Country Club y otros lugares de arrendamientos, bajo el nombre de MCC Villas, “negocio” inexistente, el accionar es el mismo: publicación de fotos de una Villa ajena en una página de internet, requerimiento de un depósito para asegurar el alquiler, la cuenta de los supuestos propietarios y cautos arrendadores que caen ante la labia de embaucadores. El resto es el intento de ocupación a quien han engañado, encontrándose con que la cédula que le enviaron por internet, pertenece a otra víctima, ajena al fraude. El procedimiento, es presentar una “querella” contra el titular de la cédula (ya lleva 18 querellas acumuladas). El último fraude conocido, fue en Jarabacoa en Semana Santa. El Dicat conoce desde donde se hacen esos fraudes, sabe de las cuentas en las que se deposita el dinero y de los equipos que utilizan y nada ha hecho a pesar de que la persona ha estado varias veces en las oficinas especializadas y se entrevistó alguna vez con el director. Ante una justicia tan irregular, el dueño de la cédula utilizada para los fraudes, teme: resultar detenido con esa suplantación de identidad y agredido por algún agraviado. Fui asaltado en mi casa, el 1ero de agosto del 2017 con 2 nietas y una ahijada presente, a más de otros adultos. Jamás he sabido de investigación alguna, a pesar de que se levantaron decenas de huellas digitales por el eficiente equipo policial: dominicano, zurdo, con una quemada de motor en la “batata” de una pierna, delgado y de unos 5’-8”, mulato, pelada tipo policía y con quien interactué, acompañado de otro que nunca habló y que pudo ser haitiano. Ansío que me digan que averiguaron del asalto que causó traumas a las niñas y acentuó mi desconfianza.

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