El hecho de haber aceptado posiciones públicas que nunca he buscado y lo he hecho en diferentes gobiernos para servir al país, me ha costado muchas críticas de aquellos que se han sentido afectados porque he tomado las decisiones que más convengan al país, no a partidos ni grupos políticos.

Nunca pensé dirigir el sector eléctrico en el 2009. El país tenía una crisis, fruto del desplome de los mercados internacionales, resultado de las hipotecas basura que aun cuando se originaron en los países desarrollados arrastraron al mundo en vías de desarrollo.

El equipo que dirigía el sector eléctrico estaba a espaldas de esta realidad, centrados en un proyecto político que arrastraba la economía del país con un déficit en el sector eléctrico superior a los 800 millones de dólares con un precio del barril por debajo de 60 dólares.

Un acuerdo con el Fondo Monetario y exigencias de cumplir once condicionalidades, para lograr concertar un préstamo para estabilidad presupuestal de US$300 millones, nueve de dichas condicionalidades correspondían al sector eléctrico, no había manera que la administración que sustituí y su equipo político pudieran cumplirlas, sin importar las consecuencias para el país.

Tres meses después de nuestra llegada al sector, siete de ellas fueron cumplidas y el préstamo otorgado al país. De eso son testigos mis grandes amigos Magín Díaz y Alejandro Fernández W. Sin el apoyo de ellos, este logro hubiera sido imposible.

Si algo me llevé con orgullo en de esos años fue el comentario del gobernador del Banco Central y gran amigo Héctor Valdez, que un día ya lejos del sector eléctrico me dijo: “No te puedes imaginar cuanto contribuiste para la estabilidad macroeconómica del país”.

Desmonté en el 2009 el esquema más perverso que se puede imaginar en el sector eléctrico, para relatarlo necesito varios artículos, pero todo estará con detalles en el libro que pienso escribir.

Hoy estamos al frente de Punta Catalina, junto a un equipo de profesionales y colaboradores talentosos, no recibimos subsidios, pero más importante aún, aportamos beneficios al Tesoro de la Nación de US$180 millones al año, y empezamos a ser una empresa responsable, aportando a necesidades puntuales de organizaciones sin fines de lucro que sirven a los que menos tienen en el país. Créanme que entiendo sus molestias.

He enfrentado a periodistas como Álvaro Arvelo, a quien le reconozco un talento indudable a pesar de no estar de acuerdo con muchas de sus posiciones, talento que microfoneros no tienen, mienten cuando quieren, entienden que están por encima del bien y el mal.

Se me ha acusado de tener una planta eléctrica que no tengo; se me ha acusado de tener una subestación ilegal que tiene permisos desde 1992, como también tienen muchos parques de zona franca; se me acusa de dejar un déficit de US$1,300 millones, cuando en realidad fue de US$730 millones con un barril a US$120 millones. El déficit del 2008 del equipo de políticos que relevé fue de US$800 millones con el barril a US$60 ¡Pequeña diferencia!

El punto de inflexión después de 11 años de ataques diarios viene de decirme que soy socio de una multinacional, sería una gran felicidad, pero no es así y del proyecto solar de Azua de Villapando. Ahí el periodista salvaje erró el camino.

Me llama capitalista salvaje y ahora voy a definir lo que es periodista salvaje.

Es el que miente, ofrece datos incompletos adrede, distorsiona, engañando a la audiencia. Como el caso del aumento del déficit, sin mencionar las diferencias del precio del barril de petróleo de US$60 a US$120.

Periodismo salvaje no acepta derecho a réplica, no tiene la humildad de reconocer cuando ha mentido descaradamente.

Acomoda la historia sin reconocer que sin la reforma de la empresa pública hoy aquí no habría inversiones ni suficiente generación eléctrica y que esta reforma le ha generado millones de dólares de beneficio al Estado.

Es ese mismo periodismo salvaje, que se cree por encima del bien y del mal, puede mentir, injuriar, difamar sin importar el daño que pueda causar.

El periodismo salvaje irrespeta y degrada a los empresarios que crean empleos, pagan impuestos, sin importar que en un mundo digital le pueden crear serias repercusiones frente a sus accionistas, bancos y suplidores.

El único aporte de estos microfoneros es inventar a diario, sumidos en rencor, amargados, obsesivos. Algunos pasaron por la administración pública y su único aporte fue hacer política desde las instituciones que les tocaron dirigir.

Por suerte, la mayoría de los periodistas no son así, muchos son mis amigos, los aprecio y los respeto. Juegan un papel importante para la democracia y muchos se juegan hasta la vida en denuncias contra la corrupción y el narcotráfico.

El periodismo es importante para la sociedad cuando se ejerce para orientar, el periodismo se crece cuando da voz a los que no tienen, pero como en todas las profesiones se cuelan los que a diario de tanto mentir confunden a una audiencia a la que llegan no por su talento sino por el poder del medio por el que hablan.

Me llegan monitores de uno en especial, que con frecuencia habla del capitalismo salvaje para denostar al sector privado. Como cualquier otro sector no somos perfectos, pero las sociedades están condenadas al fracaso sin sector privado.

Decía José Martí: “No hay monarca más poderoso que un periodista honesto”. En la era digital redobla su poder, puede aportar al desarrollo, puede aportar a la transparencia, pero también puede ser un elemento nefasto cuando confunde a la audiencia, a los seguidores de las diferentes plataformas digitales. Tiene un micrófono a diario y nunca olvidemos aquello de que “miente, miente, que algo queda”.

Por más gordo que me puedan caer, sé que existen fórmulas para evitar esas críticas, pero siempre he jurado que e$e camino no lo transito.

Por suerte son los menos, apostamos a un periodismo comprometido, como son los más.

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