La debilidad en los controles fronterizos es uno de los problemas que más trabajo han costado a las autoridades oficiales superar, sobre todo por las grandes mafias integradas por civiles y militares que lo tienen como negocio.
El Gobierno gasta millones de pesos en procesos de repatriación que no llenan el cometido, tardan más en apresarlos y repatriarlos que ellos en regresar.
Hay organismos internacionales que también entregan recursos a los repatriados para que puedan reposicionarse en sus respectivos pueblos en Haití, pero el dinero recibido lo utilizan para pagar a las mafias migratorias por su retorno.
Definitivamente, los haitianos están en todos los rincones, los espacios públicos, las fuentes de negocio, los quehaceres domésticos y otras actividades son ocupadas por indocumentados, que no dejan chance a los criollos para ganarse la vida.
Tienen parques y las plazas públicas son sus principales centros de operación y las autoridades criollas poco hacen, salvo el cacareo constante de masivas repatriaciones.
Es tiempo tomar mayores controles, cuando el país no puede seguir invirtiendo millones en el cumplimiento de las disposiciones migratorias, mientras las mafias que operan a lo largo y ancho de la frontera, no sean desarticuladas.
Estamos cansados y casi hartos de plantear el problema y al parecer a quienes pueden resolverlo poco les importa, mientras los dominicanos que deseamos vivir en libertad y transitar sin miedo por estas calles de Dios, seguimos esperando la llegada de un Chapulín. ¡Paren esto!