El conflicto bélico ruso ucraniano evidencia el afianzamiento de la ofensiva desde cada litoral y es de esperarse que este panorama se mantenga hasta otoño, por las condiciones favorables del clima, aunque esta proyección está supeditada a la dinámica de las relaciones y decisiones de estos dos países, que hasta el momento se mantienen firmes en sus posiciones, lo que limita la posibilidad de que a corto plazo se produzcan negociaciones para dar paso a la concreción de un armisticio.

El ataque con dos drones al emblemático Kremlin, el pasado miércoles 3 de mayo, con el supuesto propósito de asesinar al presidente Vladimir Putin, de acuerdo con las autoridades rusas, alentará el reforzamiento de su ofensiva contra Ucrania, y se avista desde ya en la utilización, de nueva cuenta, del misil hipersónico nombrado “Kinzhal”, que desde Rusia se ha propulsado en contadas ocasiones en el marco de este teatro de operaciones.

El mandatario ucraniano, Volodymyr Zelensky, se desvinculó del ataque, aseveró: “Luchamos en nuestro territorio”. Sobre el evento se tejen muchas versiones, entre ellas, la posibilidad de que Rusia lo haya simulado como pretexto para afianzar sus ataques contra Ucrania, perfilándose más letal y masivo.
La industria armamentista de Estados Unidos salió a relucir nuevamente, tras conocerse que por primera vez Ucrania derribó un misil hipersónico ruso con el sistema de defensa aérea estadounidense conocido como “Patriot”.

La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN, por sus siglas en inglés) sigue fortaleciendo a Ucrania, mientras que Rusia en respuesta está cercando a países vecinos que, aunque técnicamente no forman parte del citado mecanismo, son estrechos colaboradores, además de contar con el respaldo de naciones como Reino Unido, con lo que de paso Vladimir Putin se abre nuevos frentes. En tal sentido, trascienden las acciones tendentes a la desestabilización que se estarían ejerciendo desde Moscú contra Moldavia y Georgia, que podrían derivar a futuro en la trasgresión de su integridad territorial, si tomamos en cuenta los antecedentes del mandatario ruso.

En lo inmediato, se espera que la contraofensiva ucraniana se centre en la provincia Zaporiyia, que en gran medida se encuentra ocupada por Rusia desde el inicio del conflicto armado, tal y como ocurre con otras zonas estratégicas del Dombás.

De su lado, Putin tendrá que lidiar con nuevos factores que se agregan al escenario, quizás un tanto difíciles de abordar, entre ellos, la falta de municiones para mantener la dinámica de las operaciones, situación denunciada por el fundador del grupo de mercenarios Wagner, Yevgueni Prigozhin, que da apoyo a Rusia y quien amenazó con retirarse de la localidad ucraniana de Batmu este miércoles 10 de mayo, responsabilizando al Ministerio de Defensa de esta decisión, con lo que se pone en evidencia la división interna en los diferentes niveles de mando.

Asimismo, la incertidumbre sobre el devenir de la economía y cómo esto se reflejará en los demás ámbitos estratégicos de la nación, pues según el Servicio de Inteligencia de Reino Unido, “Rusia enfrenta su peor escasez de mano de obra en décadas, debido a la movilización, la emigración históricamente alta y una población que envejece”.

Un panorama similar estaría imperando en Ucrania, que es más pequeña que Rusia desde el punto de vista del andamiaje político, económico, de seguridad y defensa, entre otros ámbitos estratégicos, aunque no trasciendan muchas informaciones en ese sentido.

Los próximos meses serán decisivos para el devenir de este conflicto, donde el desgaste de las tropas, las diferencias entre los distintos niveles de mando, la logística, entre otras eventualidades, marcarían parte del curso de los acontecimientos.

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