La migración irregular atraviesa por uno de sus picos más elevados, con sus repercusiones políticas, sanitarias, económicas y de seguridad para los países receptores, al margen del drama social y humanitario que acompaña a los migrantes.

El fenómeno es intercontinental y sus motivaciones diversas. Se produce movilidad humana por asuntos económicos, climáticos, ambientales y ecológicos, como los sismos de gran magnitud que se registraron recientemente en Turquía y Siria, que dejaron miles de personas fallecidas y sin hogar; este tipo de migración también se manifiesta en África, durante los cambios estacionales, además trascienden los conflictos tribales y la inestabilidad política tras los golpes de Estado concertados en naciones como Sudán, en la que actualmente se escenifica una pugna por el poder entre su Ejército y el grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR).

Esta migración tiene como destino los países mediterráneos de España e Italia, esta última nación considerada como la principal puerta de entrada irregular a Europa en el primer trimestre de 2023, de acuerdo con la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas (Frontex), situación que motivó la declaración del estado de emergencia por parte del Gobierno italiano de la conservadora Giorgia Meloni.
El fenómeno está en auge en Latinoamérica desde 2010, recordemos que luego del terremoto de Haití, muchos de sus ciudadanos iniciaron un periplo para llegar hasta países suramericanos, mientras que el agravamiento de la crisis política venezolana a partir de 2014, derivó en la salida masiva de sus nacionales hacia diferentes destinos de la región.

Desde entonces en Latinoamérica se ha establecido un corredor cuya ruta va cambiando, depende del lugar de origen de los migrantes y el destino final de ellos. Los tiempos aciagos que se viven tras la pandemia, generando mucha presión económica y pobreza, entre otras situaciones que varían por país, motivan este éxodo.

Las noticias más impactantes son aquellas que abordan el flujo migratorio irregular por la peligrosa jungla del Darién (frontera entre Panamá y Colombia), por la que transitaron más de 100 mil personas al inicio de 2023, conforme a los datos suministrados por la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), que estimó en 400 mil las personas que podrían aventurarse por esta ruta en el presente año.

Es famosa “la vuelta por México”, en la que también incursionan muchos dominicanos, algunos de los cuales no han podido lograr su objetivo, y fueron devueltos a su nación de origen o que tristemente han perecido en el trayecto. El destino final es Estados Unidos y en menor proporción, Canadá.

Las crisis migratorias acarrean mucha desinformación, conflictos diplomáticos y tensiones políticas entre las naciones de origen y destino, sin dejar de lado el dinero con el que lucran las mafias que se establecen, que generan violencia y dolor en cada historia.

En resumen, la migración irregular se constituye en uno de los principales riesgos y amenazas para muchas naciones receptoras, pues la llegada masiva de ciudadanos con costumbres y motivaciones disímiles tiene un impacto directo en los principales ámbitos de interés nacional de cualquier país, indistintamente de su desarrollo y andamiaje institucional.

En lo referente a la República Dominicana, el Gobierno de Luis Abinader es coherente con las acciones emprendidas en diferentes frentes: En la primera quincena de abril se aumentó la presencia militar en la línea limítrofe con 120 soldados armados más; la repatriación de unos 200 mil ciudadanos indocumentados en menos de un año, en su mayoría de nacionalidad haitiana, según la Dirección General de Migración (DGM); la prohibición de entrada al país de otros 39 haitianos, que representan una amenaza para los intereses nacionales, entre ellos, dos ex primeros ministros; y el avance en la construcción de la verja fronteriza, que tendrá un impacto en la seguridad fronteriza terrestre y en el ámbito político, puesto que se trata de la materialización de la palabra empeñada del dignatario dominicano.

La República Dominicana requiere mantener la proactividad para abordar la migración irregular desde sus diferentes aristas, en pos de mantener la seguridad y la paz ciudadana en los niveles necesarios para el adecuado desarrollo de las actividades cotidianas de la nación, sorteando a su vez las presiones endógenas y exógenas para que asuma una mayor responsabilidad con respecto a Haití, pues no se debe perder de vista que como país vecino y solidario debemos contribuir con la solución a la problemática haitiana, pero siempre conscientes de que la misma depende de su propio liderazgo político ejercido en los márgenes de su línea territorial.

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