Las áreas protegidas de la República Dominicana son verdaderos e incomparables tesoros que deben ser preservados, apreciados y cuidados por toda la población.
Tenemos lugares hermosos como el Parque Nacional del Oeste, el Parque Nacional Manantiales del Cachón de la Rubia, los Saltos de Jima, la Eco ruta de la provincia María Trinidad Sánchez, la Reserva de los 13 ojos indígenas, el Santuario en Samaná desde el que se pueden ver las Ballenas Jorobadas, entre tantas otras maravillas naturales que constituyen espacios de esparcimiento para la familia.

Algunos de estos encantos que ofrece nuestro país se encuentran muy cerca del centro de la ciudad capital, como el Parque Nacional Submarino de La Caleta que, cual diamante escondido, su belleza ha sido poco apreciada porque se pierde en el descuido, la falta de higiene y el abandono.

La Caleta se encuentra entre Santo Domingo y Boca Chica, frente al aeropuerto internacional de Las Américas. Es una bahía protegida ideal para la práctica del buceo por tener las profundidades adecuadas y la presencia de estructuras sumergidas con el fin de convertirse en arrecifes artificiales y atractivos de interés como el barco Hickory, hundido expresamente en 1984 por el Grupo de Investigadores Submarinos (GIS). No obstante, hay ausencia total de cuidado en la entrada, el cementerio y en general la mayor parte de un parque que está arropado de basura, mal olor y oscuridad que incita la inseguridad.

En 1972 en La Caleta se descubrieron 373 osamentas en un cementerio taíno que datan de 650, 750 y 840 años, por lo que se creó en el lugar un museo arqueológico dedicado a este descubrimiento. Sin embargo, con el tiempo se fue descuidando a un punto tal que ya no opera y las osamentas fueron trasladadas al Museo del Hombre Dominicano.

Hay voluntad de algunas personas y grupos para rehabilitar el parque, como la fundación Reef Check Dominicana, el director del Museo del Hombre, la junta de vecinos de la zona y algunas organizaciones no gubernamentales. Pero es necesario que ese conjunto de buenas intenciones se traduzca en un esfuerzo común dirigido desde el Estado para restaurar pronto un Parque Nacional que tiene tanto potencial para convertirse incluso en una importante plaza turística y artesanal y cuya deprimente situación actual es imperdonable.

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