Algunos lo justifican alegando que es un plural expresivo, como “buenos días” o “bodas”: pero nadie me convencerá de llamarle a nuestro continente “Las Américas” en vez de “América”; las razones históricas, culturales y de identidad son evidentes.

Solo lo entendería como una pedagógica manera para referirse a las diversas áreas geográficas de esta parte del planeta.

También para las civilizaciones modernas y la mayoría de medios de comunicación el nombre “América”, a secas, es los Estados Unidos de América. Lo demás es otra cosa, es una América con apellido, es Latina, como algo despectivo. Somos simples sudacas, sumergidos en un eterno subdesarrollo.

La primera vez que visité New York alguien me preguntó de dónde era. “Soy de América”, le contesté. “¿Entonces eres de los Estados Unidos?”, me cuestionó de nuevo. “No, soy de América”, le respondí. Mi interlocutor no entendía.

En las escuelas de la patria de Martin Luther King enseñan que nuestro continente no es uno, sino tres: América, que son ellos, Centroamérica (incluye el Caribe) y Sudamérica. En sus mapas tenemos colores distintos para evitarles confusiones.

Y nosotros aceptamos esa discriminación como algo natural.
Así se explica que aquellos famosos encuentros de presidentes los llaman “Cumbre de Las Américas”, porque Joe no puede ser del mismo lugar que Manuel. Y ya sabemos que en la próxima, en el mes de junio en Los Ángeles, Estados Unidos de América, algunos se subrogan el derecho de descartar a países americanos que no comulgan con la América poderosa.

Una “Cumbre de las Américas” desmembrada y excluyente carece de sentido, divide más que el mismo nombre. Ojalá no sea el inicio del fin de estos encuentros de presidentes y jefes de gobiernos.

Estados Unidos de América es el nombre de una gran nación. No se llama “América de los Estados Unidos” ni “Estados Unidos es América”.

Y sin ánimo de discriminar a los sajones y arios que habitan en el “nuevo mundo”, estoy convencido de que los más auténticos americanos somos los nacidos gracias al encontronazo de las razas indígena, negra y blanca.

Lo que surgió de ahí es lo que tiene sabor a Amazonas, tambor, maíz, tabaco, mate, tango, merengue, son; a Juan Pablo Duarte, Sebastián Lemba, Moctezuma, Simón Bolívar, Gabriela Mistral, Rigoberta Menchú, José Martí…

Soy de América, soy un americano de padres tamborileños, aunque mi símbolo patrio no sea el águila y prefiera el arroz con habichuelas al McDonald’s y a Víctor Víctor bachateando que a Elvis Presley rockeando.

Es cierto: existe una América rica y otra pobre. Pero, total, es solo una, por más que algunos digan que son tres. ¿O es que acaso son siete los continentes?

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