Recientemente, el papa Francisco reveló sentirse, y citamos, “asustado” de lo que definió como “un mundo cada vez más violento”. En un discurso pronunciado en la Plaza de San Pedro, en ocasión de la celebración del centenario de la creación del movimiento laico Comunicación y Liberación, Su Santidad manifestó: “El mundo cada vez más violento y bélico me asusta. Realmente me asusta”.

La preocupación del pontífice es compartida por miles de millones de personas en todo el mundo. Y no es de extrañar.

La violencia se ha adueñado de cada espacio y habita en todos los rincones de la tierra.

Sí. Es verdad. Vivimos tiempos violentos y bélicos, donde el valor y amor a la vida, propia y ajena, ha perdido sentido.

La humanidad ha perdido sus valores.

La gente ha dejado extinguir la llama del amor por sí mismos y por el prójimo.

Atrás han quedado los sueños por realizar o las metas por alcanzar a través del esfuerzo y la dedicación. Ahora, lo que se desea se arrebata o se consigue con engaños.

Lo que se quiere, si ya es de alguien más, se obtiene por las buenas, por las malas o se destruye.

La violencia reina en los hogares, donde la capacidad de un niño se desborda al no poder asimilar que su padre, el hombre que más ama en la vida, en un momento de ira se transformó en el asesino de su madre.

Las escuelas son escenarios de violencia física, psicológica y verbal. Se ejerce violencia en los lugares de trabajo, tanto para ejercer como para defenderse de algún tipo de abuso.

Ni hablar de las calles. Solo hay que ver la agresividad en la forma de conducir y la arbitrariedad en la manera de estacionar los vehículos.

En los vecindarios, el irrespeto es evidente. No falta el vecino que escucha a todo volumen una música estridente y por si fuera poco, plagada de indecencia, vulgaridad y obscenidades con la cual invade los hogares de los demás , y ay de aquel que ose pedirle bajar un poco el escándalo. La política es agresiva y la gobernanza también lo es.

Quizás por eso, los líderes mundiales se han tomado muy en serio sus poderes, que ellos consideran ilimitados, y se sienten con derecho a poner fin a la humanidad, antes que ceder, antes que admitir como un error, uno que otro fallido ejercicio militar. La irracionalidad engendra violencia, es causante de abusos, cruel crueldad de actos irracionales, incluso cometidos por seres racionales.

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