L a base teórica de los hechos sociales se encuentra en Las reglas del método sociológico (1895) escrito por Émile Durkheim (15/04/1858 – 15/11/1917) en donde se específica que, sociológica y antropológicamente, la sociedad debe ser analizada por cada hecho social en las dimensiones que le dan forma y color, esto es, su morfología.
Además, en el elemento del cual adolece hoy la sociedad dominicana, que es en su institucionalidad y en el factor que nos convierte en Aldea Global, representado por las corrientes de opinión, hecho de mayor ponderación para crear la temporalidad de las acciones que la comunidad humana autentifica.
La corriente de opinión ha creado el resentimiento, uno de los grandes males en las energías de las masas dominicanas, que peligrosamente reside en los segmentos de poblaciones jóvenes.
Ellos ven truncas sus oportunidades, ven la corrupción y no la entienden como se ha institucionalizado. En sus construcciones mentales la sienten como hecho normal, se enrolan en la misma como única opción de pervivencia, siendo el narcotráfico su refugio y medio para construir sus esperanzas.
Lo peligroso de este resentimiento es que la validación de sus acciones se hace en las familias. El resentido es el único proveedor, sostén económico principal, referente de los más pequeños y para los que no son parte de la Población Económicamente Activa. Así, la institución social por antonomasia se convierte en legitimadora de las acciones que la laceran, la reducen y la descalifican.
La responsabilidad es de domicilio desconocido, no hay a quien imputar y las artes plásticas, escénicas y danzarias, las coplas, las poesías y las canciones se encargan de transportarlas como penas o hechos sociales representados en expresiones tales como:
Hasta que el pueblo las canta las coplas, coplas no son y cuando las canta el pueblo ya nadie sabe el autor (esta es la energía de masas).
Procura tú que tus coplas vayan al pueblo a parar que al volcar el corazón en el alma popular (este es el hecho social) lo que se pierde de gloria se gana de eternidad… (Cortez, Cabral, 1994). l
