Fe y Alegría marca la diferencia en 35,267 estudiantes de RD

El Movimiento de Educación Popular e Integral Fe y Alegría Dominicana celebra sus 25 años en el país, y desde entonces su crecimiento ha sido consistente: gestiona 47 centros educativos públicos, con unos 35,267 estudiantes en educación formal,&#823

El Movimiento de Educación Popular e Integral Fe y Alegría Dominicana celebra sus 25 años en el país, y desde entonces su crecimiento ha sido consistente: gestiona 47 centros educativos públicos, con unos 35,267 estudiantes en educación formal, junto a más de 1,300 docentes y otros 700 colaboradores, en 16 provincias, de un extremo a otro del país, desde San Rafael del Yuma hasta Elías Piña y Dajabón.

Y la diferencia ha quedado en evidencia, ya que desde sus inicios Fe y Alegría ha hecho el esfuerzo por inculcar en sus estudiantes una visión distinta de la vida, enfocada en valores cristianos y planificación de proyectos, razón por la cual sus alumnos se destacan como estudiantes meritorios.

Para el director general de estos centros, padre Jesús Zaglul Criado, “es un logro poder ver cómo nuestras escuelas, muchas de las cuales comenzaron bajo árboles debido a la falta de infraestructura, han llegado hasta hoy, después de tantos años con el mismo empeño en brindarle al país jóvenes de calidad y con valores”.

Fe y Alegría llega a República Dominicana el 8 de diciembre de 1990, al firmarse un convenio con el Ministerio de Educación (Minerd) para gestionar escuelas y liceos públicos.

Los primeros cuatro centros comenzarían sus labores en el año escolar 1991-1992, “bajo el entusiasmo y la guía del padre Ignacio Villar (Chuco) y el empuje de cuatro congregaciones religiosas femeninas”, según explica Zaglul.

De acuerdo con Zaglul, la mitad de estos centros son administrados por religiosas de 15 congregaciones diferentes, y otros nueve centros educativos son además parroquiales.
Asimismo, detalla que cinco centros incluyen programas de nutrición y dispensarios médicos, y otros cinco tienen programas comunitarios de formación laboral. Entre tanto, cuatro acompañan programas radiofónicos de educación de adultos.

De los centros, 31 son de nivel inicial y primario, y 27 tienen formación media y bachillerato, 14 de los cuales son politécnicos, detalla el director general de la entidad.

“Partiendo desde la nada, y con mucha fe, nuestra labor educativa desde sus orígenes está marcada por la falta de recursos. La mayoría de nuestros centros nacieron a la intemperie, sin un local mínimamente adecuado y en condiciones más que limitadas”, cuenta.

Zaglul citó la historia que le narró una antigua directora de la entidad y que refleja todas las vicisitudes que vivieron al comienzo.

“La gente iba a inscribirse con un block por familia. Y para la eucaristía de acción de gracias, el block era la silla. Nos hemos atrevido a iniciar desde la nada, el padre Ton dijo que iniciaremos aunque sea debajo de una mata, así que me dijo: “Vaya buscando una mata, hermana”. Después de eso, nos emocionó descubrir a Dios actuando en la vida de la gente. Sin saber cómo íbamos a salir a camino, pero viéndolo surgir en medio de los docentes del personal y de la comunidad”, narra.

Otros centros iniciaron en pequeños ranchos de madera y zinc entre callejones, en tiendas de campaña, clubes deportivos, contenedores, y uno en una iglesia evangélica, según Zaglul. “Sin pupitres y sentados en el suelo, en latas o en blocks, en salones parroquiales habilitados con divisiones de cartón y plywood, sin los mínimos materiales educativos, con docentes y personal voluntario o que recibían colaboraciones ínfimas hasta conseguir ser nombrados, y con tantos niños y niñas marcados por el hambre y la desnutrición”, agrega.

Sin embargo, en estos tiempos la inversión del Estado del 4% del PIB en el sector educativo, fruto de la movilización social hace cinco años y de la voluntad política, ha cambiado el panorama y ha supuesto mejoras más que significativas como un alivio en la alimentación, construcciones, nombramientos de personal, recursos pedagógicos y materiales.

“Aunque seguimos enfrentando en algunos lugares limitaciones grandes por falta de espacio, sobrepoblación, atrasos en las construcciones, ausencia de personal formado y las realidades de pobreza de nuestros contextos, vamos de la mano con el personal del Minerd siempre con el deseo de llevar la mejor formación a los más desfavorecidos”, señala el padre Zaglul.

Educar y trabajar desde y con la comunidad local es uno de los rasgos más distintivos de estas escuelas. Inés Paulino, una religiosa del Centro Educativo Marcos Castañer Fe y Alegría en San Cristóbal, cuenta que “el barrio se siente dignificado por contar con nuestra institución, porque no pensamos en trabajar a nuestra manera, sino para los demás, pensando siempre en el beneficio de los otros”. “Es muy difícil que nos sintamos solas, incluso realidades en las que pensamos que no había salida, vimos cómo la comunidad se empoderó y participó en el crecimiento del centro. Eso es lo más importante para nosotros, saber que cuentan con nosotros, pero que también contamos con ellos”, expone Paulino.

Los centros apoyan desarrollo de barrios 

Entre tanto, Carla Rodríguez, madre de tres niñas que asisten a Fe y Alegría en San Cristóbal, reconoce que “es una escuela que se preocupa por conocer las dificultades del barrio. Ha cambiado la mentalidad de la gente, dándoles participación y capacidad para pensar y buscar soluciones. Fe y Alegría ha logrado cambiar la conducta de los estudiantes, ahora hay más tranquilidad en el barrio, la comunidad está más organizada, hay armonía y solidaridad entre los comunitarios. Nos alegra que se ofrezca una formación en valores”. Fe y Alegría, cuyo nacimiento se da en un barrio marginado de la zona oeste de Caracas, Venezuela en 1955, procura cumplir con la misión de promover el desarrollo de potencialidades de sus alumnos, impulsando la adquisición de conocimientos, habilidades, destrezas y valores. Las escuelas mantienen una dinámica de búsqueda permanente de respuestas a necesidades humanas y están insertadas en medios populares y marginados, asumiendo que la educación debe transformar la realidad de todas las dimensiones de la persona.

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