¿Debería República Dominicana tener un permiso menstrual retribuido?
¿Debería República Dominicana tener un permiso menstrual retribuido?

El debate sobre el permiso menstrual en los trabajos está en boga. El gobierno español tiene previsto ofrecer varios días de permiso al mes a las mujeres que experimenten dolores intensos durante la menstruación.

La legislación, que debe ser aprobada por el gabinete la próxima semana, convertiría a España en el primer país occidental con tal política. Y mientras tanto, hacia este lado del Atlántico pero al sur, en Chile varios sectores pujan por la introducción en su parlamento de un proyecto de ley para aprobar el permiso menstrual.

Entretanto, países como Japón y Corea del Sur ofrecen licencias periódicas remuneradas «en esos días» (en Japón, desde 1947, las mujeres tienen derecho al descanso por cólicos fuertes. Y en Corea del Sur pueden tomarse un día de reposo cada mes desde 2001). Asimismo, algunas empresas como el servicio indio de entrega de alimentos Zomato también han introducido políticas de licencias periódicas.

Para muchos es encomiable que los gobiernos y las empresas estén buscando formas de acomodar a las personas que sufren períodos debilitantes y de combatir el estigma aún asociado con la menstruación. «Es maravilloso ver que la salud de la mujer se está poniendo al frente de la agenda en España y se le está dando una seria consideración», dice Alyson Meister, profesora de liderazgo y comportamiento organizacional en la escuela de negocios suiza IMD, quien ha escrito sobre el apoyo trabajadores con enfermedades crónicas.

Pero otras voces inmersas en el debate de la «diversidad y la inclusión» también advierten que las políticas de licencia por período pueden salir mal. En última instancia, puede haber mejores formas de garantizar que las trabajadoras que lidian con el dolor menstrual tengan acceso a tiempo libre cuando lo necesiten.

El persistente problema de los estereotipos 

¿Debería República Dominicana tener un permiso menstrual retribuido?

Son varios los inconvenientes que estas voces apuntan sobre las políticas de licencia menstrual. Primeramente, que pueden reforzar el estereotipo sexista de que las personas en su período son «irracionales, emocionales y esencialmente incompetentes», señala Evelyn Carter, psicóloga social y presidenta de la consultora de diversidad e inclusión Paradigm. Dependiendo de las reglas de confidencialidad sobre el período de licencia, los empleados también pueden enfrentarse a la incomodidad de un gerente que está al tanto de su ciclo mensual, una circunstancia que podría alentar a los gerentes a conectar el desempeño con el famoso SPM (Síndrome Pre-Menstrual).

Asimismo, opinan que las políticas laborales que son específicas para las mujeres pueden terminar marginándolas aún más. «Al hacer que la fertilidad y la familia sean marcadores muy visibles y destacados para las mujeres trabajadoras y, por extensión, enviar el mensaje de que el trabajo y la carrera son secundarios, puede limitar las opciones de las mujeres en lugar de expandirlas», dice Pamela Stone, profesora emérita de sociología en Hunter. College y coautora del libro Opting Back In: ​​What Really Happens When Women and Mothers Go Back to Work .

¿Quién queda excluido de las políticas de licencia menstrual? 

Otra preocupación con las políticas de licencia menstrual es el impacto potencial en las personas transgénero, dice Carter de Paradigm.

Más de la mitad de las personas trans en los EE.UU. dicen que no se sienten cómodas en el trabajo, según una encuesta reciente de McKinsey, y mientras una encuesta del Reino Unido en 2021 encontró que el 65% de las personas trans dicen que no comparten su identidad en sus trabajos. Dada la preocupación de las trabajadoras trans por enfrentar la discriminación por parte de su empleador, Carter advierte que una política de licencia menstrual «podría correr el riesgo de obligar a las personas a salir para acceder a este tipo de beneficio».

En términos más generales, señala Meister, muchas personas sufren de dolor crónico o enfermedad de algún tipo, y pueden sentirse menospreciadas por las políticas de licencia que se aplican a la menstruación pero no a otros problemas. «El problema es que, dado que los humanos tienen una tendencia innata a querer sentir una sensación de equidad percibida con sus compañeros, pueden preguntarse: ‘si esta enfermedad crónica recibe un tiempo aprobado, ¿qué pasa con mi enfermedad crónica?'».

Licencia por enfermedad ilimitada (y privacidad) para todos

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Una mejor alternativa a las políticas de licencia menstrual, dice Carter, es ofrecer tiempo de enfermedad ilimitado que sea accesible para personas con todo tipo de problemas de salud.

Cuando los empleados van a estar fuera de la oficina por un corto tiempo, dice, también es mejor si las empresas no requieren que las personas revelen cuál es el problema subyacente. Este enfoque brinda a todos los empleados la capacidad de tomarse un tiempo para recuperarse sin temor a las repercusiones, ya sea que necesiten un día libre por dolor menstrual, salud mental u otra condición que no se sientan cómodas revelando a sus compañeros de trabajo.

Eso no quiere decir que la licencia menstrual sea siempre una mala idea: ciertas empresas o culturas pueden implementarla sin consecuencias negativas. Pero aquellos que eligen seguir tales políticas deben asegurarse de medir si las personas realmente se están aprovechando de ellas, dice Carter. Para cualquier política destinada a promover la inclusión, dice, la última pregunta debería ser: «¿nuestra intención se alinea con nuestro impacto?»

¿Sería viable un permiso menstrual en República Dominicana o en cualquier país de América Latina?

En países como el nuestro, la cosa puede ser un poco más complicada. Aunque no hay una formal introducción del tema en el debate público, es claro que dicho proyecto se ganaría varios opositores. Además de todo lo arriba expuesto, el asunto también es económico: una mujer que gane un salario base y gozara de esta licencia generaría nuevos costos al empleador y a la TSS. Eso podría generar un impacto en el empleo formal femenino. Y si las compañías no asumieran directamente el costo de la licencia, el debate sobre si las molestias menstruales constituyen una «incapacidad» para laborar siempre estaría presente.

El reto, de abrirse la discusión sobre el permiso menstrual, es conducirlo sin caer en la cotidiana mala praxis de segregar a las mujeres por una causa que está dentro de la cotidianidad femenina.

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