Muy buenas noches.

Agradezco la presencia de la vicepresidenta de la República, Raquel Peña, y de los funcionarios del Gobierno que nos acompañan.

Quiero agradecer también la presencia de mi amiga Margarita Cedeño, exvicepresidenta de la República, fiel lectora de mis artículos.

Muchas gracias a mis amigos y amigas que nos honran con su presencia en esta puesta en circulación de los tres primeros tomos de una selección de los artículos que hemos publicado en El Caribe durante los años 2009-2022.

Hoy quiero aprovechar mis palabras para dar gracias y pedir perdón.

Gracias a Manuel Estrella por haberme abierto, sin fronteras de espacio ni restricciones temáticas, las páginas de El Caribe, y a mi amigo Félix García por no haber vetado la arriesgada decisión de Manuel.
En estos casi 15 años de colaboración con el periódico, nunca he recibido el rechazo de Manuel cuando he solicitado dos páginas, en lugar de una, para decir algo que un experto de la comunicación habría logrado en tres párrafos.

Pero tampoco, para solicitarme exenciones de tratamiento de temas que pudiesen generar reacciones adversas de sectores o personas del ámbito oficial o privado.

Reconozco que he recibido una licencia para abusar abiertamente de las páginas de El Caribe.
Y la he utilizado.

Quiero dar gracias a mis padres, dos grandes ausentes que les habría gustado poder acompañarme esta noche.

Gracias a mi padre, desde que regresé al país hace 40 años, he podido expresar mis ideas y propuestas sin temer a las reacciones de trincheras oficiales o nichos privados que pudiesen sentirse afectados.
“Andy”, me decía, “gracias a Dios, tu mamá y yo hemos trabajado duro y tenemos una buena posición económica. Di siempre lo que pienses o consideres correcto, sin temer a represalias.”

Hoy tengo que reconocer que ese privilegio concedido por mis padres, me otorgó un mayor grado de libertad para incursionar en el debate de las políticas y reformas económicas que se iniciaron en el país con el desmantelamiento gradual del sistema dual de tasas de cambio que finalizó con la unificación cambiaria del 23 de enero de 1985.

Mi madre merece una mención especial.

Ella fue mi gran maestra.

Fue la que me enseñó a estudiar y, sobre todo, a comprender lo que leía.

Recuerdo que estaba teniendo serios problemas con el libro de historia dominicana que utilizábamos en la primaria de La Salle.

Frank no había escrito el suyo.

Mi madre, que no llegó a completar el quinto grado de primaria, dedicó largas noches a preparar una serie de cuadernillos con preguntas y respuestas, escritos a lápiz, que me sirviesen de guía en el estudio de esa materia.

Luego de aquel ejemplo de mi madre, el fracaso había dejado de ser una opción para mí.
Mi sobresaliente desempeño académico en La Salle, en la UNPHU y en la Universidad de Columbia, se lo debo a ella.

La deuda con mis maestros y profesores es tan grande, que ha sido archivada en la gigantesca biblioteca de los incumplimientos.

Nunca podré pagar el amor por la historia que logró inculcar en mí el inmenso Georgilio Mella Chavier, mi querido profesor de secundaria en La Salle.

Tampoco podré honrar la cesión de conocimientos de economía que recibí en la Unphu del padre Jorge Munguía y de Gustavo Volmar, definitivamente, la mente más brillante de la economía que hemos tenido en el país y principal culpable de mi ingreso a la Universidad de Columbia en 1980 para realizar mis estudios graduados.

Querido Gustavo, muchas gracias; no tengo como pagar lo que hiciste por mí.

Mi deuda con mis maestros en Columbia, Ronald Findlay, Jagdish Bhagwati, Phillip Cagan, Maurice Obstfeld, William Vickrey, Edmund Phelps y Robert Mundell, por su magnitud, quedará por siempre en “default”.

Si tuviese que elegir al maestro, profesor y asesor que más contribuyó a mi forma de pensar y abordar los temas, las preguntas y los problemas de economía, la elección sería fácil: Guillermo Calvo.

Parafraseando a Einstein, “el valor de un maestro no reside en la cantidad de hechos o modelos que aprendamos de él, sino en la capacidad que tenga de entrenar nuestra mente para pensar.”

Guillermo es el principal responsable de todo lo esencialmente correcto que he publicado a la fecha.
Está exento de culpas cuando me he equivocado.

Sé que Guillermo está viendo desde Punta del Este, Uruguay, esta puesta en circulación y sabe que mi agradecimiento hacia él es prácticamente eterno.

No habría podido escribir los 727 artículos que a la fecha he publicado en El Caribe sin la comprensión, el apoyo y el sacrificio de mi compañera de mil batallas, mi querida esposa Elizabeth Riley.

Mis lectores saben que el tipo de artículo que publico demanda muchas horas para organizar los datos, construir los gráficos y producir un texto sencillo, claro y comprensible.

La mayoría de las veces ese tiempo lo tomo prestado al sábado y a la mañana del domingo, sin importar que esté o no en el país.

Nunca he recibido reproches de parte de mi esposa por esta adicción de pensar temas, estructurar ideas y redactar textos durante el fin de semana para poder publicar los lunes.

My life, gracias!

Debo extender estas gracias a mis hijos Saralina, Miguel Andrés, Andrea y Camila, pues ellos también, junto con mis nietos Manuel Andrés, Luis Abraham, Amanda y Ana Lucía, han resultado damnificados por el tiempo que les robo durante los fines de semanas.

No han sido pocas las veces que Manuel Andrés, mi primer nieto, se me acerca para preguntarme, “Abuelo, ¿qué estás escribiendo? ¿Tu artículo para el periódico?”

Estoy consciente que mi trabajo no solo merma el tiempo que le dedico a ellos.

Ha convertido a mis nietos, además, en víctimas de las externalidades negativas provocadas por el mismo, estudiadas a profundidad por el economista inglés Arthur Cecil Pigou hace 104 años.

Así lo atestiguó Octavio González Nivar, el pediatra de mi nieta Amanda, cuando en su última evaluación de progreso, mi nuera Ana Sofía le preguntó a mi nieta qué estaba calculando en la calculadora que en ese momento digitaba.

En una respuesta “for the ages”, la pequeña de 2 años y 8 meses, con una seguridad alarmantemente preocupante respondió: “el déficit, el déficit cuasi-fiscal”.

Sé que el 99.99% pensará que lo anterior es una mentira graciosa de Andy.

Eso mismo pensaba yo, hasta que vi el video en WhatsApp.

Una cuota considerable de mi agradecimiento pertenece a los FEyD’s Boys and Girls, los cientos de jóvenes universitarios, recién graduados y estudiantes de economía, que nos han honrado con su trabajo en el programa de pasantía que mantiene la Fundación Economía y Desarrollo.

El apoyo que he recibido de ellos en el proceso de búsqueda y organización de los datos, elaboración de los gráficos y la revisión del texto final antes de su envío al periódico, no tiene precio.

Por razones de tiempo solo mencionaré a David Corcino, Manuel Veras, Víctor Díaz, María Fernanda Castro, Mario Ávila, Danibel Soto y a la extraordinaria Nicole Peña.

Debo agradecer el trabajo de adecuación de los gráficos para publicación en El Caribe que semanalmente realiza José Manuel Medrano.

También a los directores de El Caribe, Osvaldo Santana y Nelson Rodríguez, al jefe de redacción Héctor Marte, a Jenny Luna y Ruth Esther Jiménez, por el apoyo y la asistencia que me han dado para hacer posible la publicación de mis artículos.

No encuentro palabras para agradecer a Janet Canals por su extraordinario trabajo de revisión de texto, adecuación de gráficos, elección de colores, elaboración de los índices de contenido, la tabla cronológica y la diagramación de las 2,362 páginas que contienen los tres tomos que esta noche ponemos a circular.
A Johanny Vélez por el diseño y a Mercado Media Network por la realización de las fotos de las tres sobrecubiertas.

A Editora Búho por la excelente impresión de los tres tomos, con una calidad que no tiene absolutamente nada que envidiar a las impresiones realizadas en el mundo desarrollado.

Debo expresar un agradecimiento especial al Banco Popular Dominicano.

Desde que la Fundación Economía y Desarrollo inició sus actividades en 1987, el Popular ha sido el soporte principal del programa de educación económica, el cual incluye el capítulo de pasantías para jóvenes universitarios, la difusión de ideas y conceptos a través de los medios televisivos y las redes sociales, y la publicación de libros como los que hoy ponemos a circular.

Muchas gracias a Manuel Alejandro, Manuel Jiménez, Rafael Del Toro, Christopher Paniagua y José Mármol por el extraordinario apoyo que siempre han dado a la Fundación Economía y Desarrollo, apoyo que se inició cuando el Hombre Sabio del Caribe, el inmenso e inolvidable Alejandro Grullón, visualizó en 1987 el valor de popularizar el conocimiento de los conceptos y temas económicos que, hasta ese entonces, parecían estar monopolizados por la academia y las universidades.

Mi agradecimiento final lo dirijo a Arturo Pellerano, el amigo, economista y empresario que lanzó el trabucazo de las ideas de la libertad económica y la competencia en el mercado que sirvieron como pilares de la Fundación Economía y Desarrollo. A Aníbal De Castro, José Israel Cuello, Pedro Delgado Malagón, a mi hermano Jaime Aristy Escuder, Wilfredo Alemany, Rita Mena Peguero, Jacqueline Mora y a José Alfredo Guerrero, por haberme permitido compartir ideas y propuestas en los programas de educación económica de la Fundación.

He dejado para el final el perdón que hoy pido.

A finales de 2004 ingresé al Partido Revolucionario Dominicano.

En junio de 2012 renuncié.

Esos 8 años me permitieron descubrir que no solo de “homo economicus” está conformada una nación.
Aunque venía interactuando desde que regresé el país en 1983 con él, fue en esos 8 años de membresía perredeísta que tuve el privilegio y la oportunidad de conocer a fondo y compartir de cerca con el fascinante “homo politicus”.

Aprendí un mundo.

Descubrí cuan grande era mi ignorancia.

Y, sobre todo, me dio la oportunidad, por un tiempo, de quitarme el traje de economista y ponerme el de político.

Pude comprender el porqué de las suspicacias, sospechas y reservas del “homo politicus” cuando un “homo economicus” arrogante y convencido de ser el monopolista la verdad, quiere trazarle al primero el camino a seguir.

Ese encuentro con mis amigos que sirven a la nación desde la política, sin lugar a dudas, tuvo un gran impacto sobre mí.

Lo que más he aprendido luego de mi inmersión en la política e interacción con los políticos que han dirigido la nación desde 1982, es el valor de la humildad.

El valor de poder decir, sin avergonzarme, “no sé, debo investigar y estudiar antes de poder responder su pregunta”, frase que difícilmente encontraremos en el diccionario de los economistas.

Esa estadía, sin embargo, me llevó a incurrir en pasivos que hoy trataré de pagar solicitando el perdón de mis acreedores.

Durante el período junio 2009-junio 2012, mientras escribía todos los lunes para El Caribe, al mismo tiempo me encontraba en la trinchera de la oposición política tratando, junto a mis compañeros de partido, de acelerar el crecimiento del PRD, de cara a las elecciones que tendrían lugar en mayo de 2012.
Mi inmadurez me traicionó.

Al leer parte de lo que publiqué en esos tres años, no tengo que dar muchas vueltas para concluir que la objetividad que debe caracterizar el análisis de un economista serio cedió el terreno a la pasión del economista enganchado a político.

Quiero aprovechar esta puesta en circulación para pedir perdón a todos los damnificados por este desvío transitorio motivado por el apasionamiento del Andy “politicus”.

Deseo que mi error pueda servir de lección a las futuras generaciones de economistas que ingresen a nuestros partidos políticos.

Si deciden no tomarse un sabático en la redacción y publicación de artículos, otorguen a una persona con capacidad reconocida, madurez suficiente y sobrada sensatez el poder de veto de lo que han escrito y desean publicar.

Respeten a sus oponentes y abracen siempre la práctica del desacuerdo civilizado que ha contribuido al progreso de muchas naciones.

Concluyo mis palabras con un agradecimiento especial a mi primer jefe cuando regresé de Columbia en 1983 y me desempeñé como investigador del Fondo para el Avance de las Ciencias Sociales, entidad que tenía como Director Ejecutivo a quien me ha honrado con la presentación de estos tres tomos: Frank Moya Pons.

Quiero revelar esta noche la enorme admiración, para no decir envidia, que le tengo a Frank.

Es tan pero tan grande, que prácticamente lo obligué a firmarme la primera edición e impresión de cada uno de los 48 libros que ha publicado a la fecha, una de las colecciones más valiosas de mi biblioteca.
Las tres M, Mella Chavier, Mundell y Moya Pons son los responsables de haberle inculcado a este estudiante de economía que les habla, que no hay mejor fuente para poner a prueba nuestras ideas, especulaciones y propuestas que la revisión de la historia.

Por eso escogí a Frank Moya para presentar estos libros.

Si tuviese la oportunidad de empezar todo de nuevo, en lugar de una licenciatura en economía, movería cielo y tierra para tratar de estudiar historia en Oxford, Cambridge, Princeton o Harvard.

Luego trataría de ingresar a una buena escuela de economía para realizar los estudios graduados.
Esa combinación, sin lugar a dudas, me habría permitido ser más efectivo en el ejercicio de la educación económica que me apasiona y que, si Dios lo permite, continuaré ejerciendo hasta el final de mi vida.
Muchas gracias.


*Versión completa de la versión resumida de mis palabras en la presentación de Política Económica y Economía Política Desde Las Gradas, Tomos I, II y III, 5 de marzo de 2024
Recinto Santo Tomás de Aquino, PUCMM, Santo Domingo.

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