Todos los que van a competir en un certamen electoral tienen expectativas de ganar, y en el peor de los casos, esperanzas. Pero no todos alcanzan la victoria, sobre todo cuando el número de cargos a elegir es limitado, y en ocasiones, es solo un puesto que está en juego, como la presidencia de un país. En el caso de las elecciones del 2016, aunque todos digan que van a obtener el triunfo, cada uno, conociendo sus límites, deberá establecer sus propias metas. Por ejemplo, para Danilo Medina, las expectativas deben colocarse en la estratosfera. Si logra el apoyo de la cantidad de partidos que aspira a conquistar, se puede suponer que su intención no solo sería ganar, sino arrasar. Si logra únicamente ganar, pero no lo hace arrolladoramente, se podría hablar de una derrota política. Esto así, porque lo que se vislumbra es que los partidos que sacaron, entre todos, el 98 por ciento de los votos en las pasadas elecciones, llevarían al Presidente en sus boletas. Es obvio que no sacaría ese porcentaje, pero la victoria no puede ser cerrada; o si no, no sería victoria, aunque cobre como tal…
Blancos y rojos
En el caso del PRD, luego de tocar fondo tras la división, su meta se redujo a sacar por encima del 5 por ciento de los votos para mantener su condición de mayoritario. Llevando como candidato a Medina, resolvería ese problema, o al menos eso es lo que se vislumbra. Una meta similar tendría el PRSC, aunque iría más forzado. Lo que, al parecer, ninguno de los dos puede esperar, es mantener la posición actual. Ni el partido blanco quedaría primero, ni el rojo, tercero. La salida al escenario del PRM, que capitalizaría la polarización que se daría entre reeleccionistas y opositores, provocará un cambio drástico en el panorama. Luis Abinader parecería tener el segundo lugar asegurado. Su objetivo sería “hacer lo que nunca se ha hecho”. Esa meta, con sus escollos y sus posibilidades, merece un capítulo aparte…
