Pocos advierten en República Dominicana los cambios que se están dando en el mundo. La verdad es que a veces no resulta fácil percibirlos, pero algunos detalles los muestran fehacientemente. La edición de elcaribe de ayer es un ejemplo de ello. Una perspectiva escrita por el editor económico, Héctor Linares, sugiere cómo los acreedores del país residen en otra latitud.
Y eso tiene que ver con los cambios que se producen en la economía global, cuyo centro parece que ya no se asienta únicamente en Washington, Londres, Berlín, Tokio o París, lugar de residencia del famoso club aquel de acreedores.
China, por ejemplo, es el mayor de Estados Unidos, seguida de Japón, Reino Unido y Suiza. No hay que indagar demasiado para descubrir qué ha pasado con España, uno de los principales y tradicionales acreedores de República Dominicana. Y es que la crisis de los grandes ha implicado cambios en los principales ejes económicos y quizás políticos en el mundo.
Hoy, los ejes del crecimiento económico en la tierra están anclados en Oriente, especialmente en el Sur de Asia, y en Occidente, en el Sur de América. En el Norte, sigue brillando la estrella de Canadá, pese a los traumas sufridos por su vecino. Y eso explica que nos encontremos con el fenómeno de que la deuda oficial dominicana se concentra en el Sur del continente, con una fuerte presencia de Venezuela, que precisamente no formaba parte de los países que el miércoles visitaron al presidente de la República, Leonel Fernández, “inquietos” por el desarrollo del proceso electoral.
Estos cambios en la composición de la deuda oficial dominicana no sólo tienen que ver con los cambios globales, especialmente en materia económica, sino también, en materia política. El liderazgo que habrá de asumir la nación a partir del 16 de agosto debe comprender lo que está sucediendo y cuáles son las perspectivas de la humanidad, y en ella República Dominicana, cada vez más condenada a jugar un papel estelar en el Caribe, como pequeño bloque subregional.
