American negroes en Santo Domingo

A principios de 1871, ingresó en la idílica bahía de Samaná la fragata Tenesí, llevando a bordo una misión, con el objeto de reportar sobre la “condición mental, moral, física, botánica, mineralógica, geológica, estética y climatológica&#82

A principios de 1871, ingresó en la idílica bahía de Samaná la fragata Tenesí, llevando a bordo una misión, con el objeto de reportar sobre la “condición mental, moral, física, botánica, mineralógica, geológica, estética y climatológica de esas tierras,” a raíz del interés del presidente Ulises Grant por anexarlas.

Durante seis días, la misión visitó a los libertos norte-americanos que habían llegado desde Filadelfia, en 1824, enviados a la Española por la Sociedad de Emigración de Gente de Color a Haití, atendiendo a un ofrecimiento del Presidente haitiano Boyer. La implantación en Haití resultó fallida, no así la de nuestro lado, tal como revela el interesante reporte, que describe la vida cotidiana del pueblo dominicano, y el ambiente de tolerancia religiosa, lingüística y racial en que se desenvolvía.

Los inmigrantes norteamericanos, auspiciados por la Iglesia Metodista Presbiteriana Africana, practicaron sus cultos sin interferencias, excepto durante los cuatro años de la Anexión a España, pues la “constitución dominicana garantiza la libertad religiosa y la cumplen”, apuntan los Comisionados. Una interesante ilustración muestra al Reverendo Frederick Douglas, abolicionista y consumado orador, hablando a los moradores de la ciudad de Samaná, desde un púlpito facilitado por el párroco de la iglesia católica. Los libertos (american negroes), igualmente, conservaron su peculiar inglés, propio de los negros del sur de los Estados Unidos, pues lo traspasaron a través de la enseñanza y los cultos religiosos. Es con la consolidación del estado dominicano, bajo Trujillo, que se les exigió aprender el español, por lo que se convirtieron en bilingües.

Los visitantes observaron que los vecinos eran consultados sobre asuntos que concernían a la comunidad, mediante el uso de mensajeros, que recababan la opinión de cada uno, que anotaban junto a sus nombres. Esta práctica democrática contrastaba con el objetivo de Grant, de promover una nueva emigración a Samaná de negros libertos, pues se percibían preocupantes “síntomas de una tendencia democrática,” luego de la Emancipación de Lincoln.

El reverendo James explicó a los comisionados la situación racial en nuestro país, al afirmar: “hemos tratado de mantener nuestra gente unida como Americanos, para que no caigan en el hábito de los nativos y se convirtieran en nativos, como ha ocurrido en Puerto Plata, donde (los Americanos) se han mezclado…” Este mestizaje racial dominicano contrasta con la evidente extrañeza de la tripulación de la fragata Tenesí, por la presencia del afro-americano Frederick Douglas, compartiendo con los comisionados blancos, pues faltaría casi un siglo para que la Emancipación se convirtiera en aceptación.  
Nuestra singular historia social, llevó al Dr. James Davis, de la Universidad de Howard, ha afirmar “que no se puede tomar un (mismo) modelo de negritud y aplicarlo a cada país.” Algo que deberían aprender algunos que nos juzgan y condenan, sin conocer nuestra rica historia social.

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