Árabes y judíos en el Caribe

El día cierra la verja de su jardín, se lava los pies y se pone el manto para recibir a su amiga la noche. El crepúsculo…

El día cierra la verja de su jardín, se lava los pies y se pone el manto para recibir a su amiga la noche.

El crepúsculo avanza lentamente.

En sus hombros hay manchas de sangre,  en sus manos una rosa a punto de marchitarse.

La aurora avanza ruidosa.

Sus manos abren el libro del tiempo y el sol pasa las páginas.

En el umbral del ocaso el día rompe sus espejos para conciliar el sueño.

Los momentos son olas del tiempo.

Cada cuerpo es una playa.

El tiempo es viento que sopla del lado de la muerte.

La noche abotona la camisa de la tierra.

El día la desnuda.

Es el alba: en el balcón las flores se frotan los ojos, en la ventana ondean las trenzas del sol.

El día ve con las manos, la noche ve con todo el cuerpo.

Si el día hablara, anunciaría la noche.

Suave es la mano de la noche en las trenzas de la melancolía.

El día no sabe dormir más que en el regazo de la noche.

Se le concedió a mi tristeza ser una continua noche.

El pasado, lago para un solo nadador: el recuerdo.

La luz: vestido que a veces teje la noche.

El crepúsculo: única almohada en la que se abrazan el día y la noche.
La luz sólo actúa despierta.

La oscuridad sólo actúa dormida.

Los sueños de la noche son hilos con los que tejemos los trajes del día.

Ali Ahmad Said.

Apesar que en el Oriente Medio árabes y judíos están colocados históricamente no solo en bandos contrarios, sino que han sido actores fundamentales en los principales conflictos bélicos de la zona, las corrientes migratorias árabes y judías han constituido elementos esenciales en la conformación de las naciones de América Latina y del Caribe también.

Los estudios más recientes evidencian que tanto los árabes y judíos jugaron un papel significativo en el desarrollo económico del continente americano y del Caribe. Existen investigaciones recientes que demuestran que, entre 1850 y 2000 se produjeron indistintas olas migratorias árabes y judías que fueron vitales en la formación de las economías de las diferentes naciones latinoamericanas, como lo afirma el interesante estudio refiriéndose al caso de Argentina del profesor Ignacio Klich, de la Universidad de Westiminster, titulado Árabes, judíos y árabes judíos en la Argentina de la primera mitad del novecientos (*).

Por supuesto, como afirma el autor, en el conflicto árabe judío de finales del 1940, la migración se hizo mucho más masiva. Afirma que la Liga de Estados Árabes presionó a sus aliados a fin de lograr apoyo para los migrantes. Por supuesto, el fenómeno trajo consigo consecuencias culturales, conflictos de identidades y sorprendentes alianzas. En las palabras del autor: Dadas las mutaciones que pueden sufrir las identidades étnicas -artefacto cultural de fabricación humana que atiende necesidades cambiantes con el tiempo- habría sido legítimo en aquel entonces designar a estos últimos como sirio-libaneses, mesorientales o árabes judíos, aun si hoy en día es más acertado poner el acento sobre su condición judía primero, describiéndolos como judíos del Medio Oriente u orientales (según su lugar de procedencia); árabe o hispano-hablantes (si catalogados a partir de su lengua), o más generalmente (y por ende menos precisamente) como sefardíes (**).

Un elemento que destaca Klich es que a pesar de la política del Estado hebreo de atraer al sionismo a los aproximadamente migrantes, que se calculaban para 1940 en unos 250,000 ashkenazíes y sefardíes alojados en Argentina, en vez de enfrentamientos, se desarrolló una atmósfera armoniosa de coexistencia pacífica y armoniosa entre cristianos, musulmanes y judíos del Medio Oriente en la tierra de acogida.

Sin embargo, como apunta el autor del interesante artículo, para evitar que los conflictos que se producían en el medio oriente se reflejaran en Argentina, se produjeron olvidos y omisiones expresas, una especie de amnesia consciente y voluntaria: “Realmente, uno de los aspectos negativos del conflicto árabe-israelí fue borrar por largo tiempo de la memoria colectiva de los grupos étnicos involucrados ciertas experiencias importantes” (***).

El autor pasa entonces revista a las alianzas y a las prácticas de buena vecindad que se produjeron entre árabes e israelíes. Como fue el caso de que en 1938,  el escritor israelita Zeitlin (mejor conocido como César Tiempo) solicitó la intercesión de Moisés Azize, presidente en ejercicio y fundador del Patronato Sirio-Libanés, para obtener el visado para un familiar del actor de teatro judío Josef Maurer. Otro ejemplo es que en abril de 1925 se  autoproclamó el primer banco árabe del mundo, el Banco Sirio Libanés del Río de la Plata. Mucho más judíos eran clientes del banco. Tanta fue la alianza que en 1945, cuando el banco celebraba su vigésimo aniversario, Natán Douek, Adolfo Roffé y otros judíos eran integrantes de la comisión especial dedicada a la preparación de varios actos.

¿Cómo se explica esta situación? El autor señala que los árabes y todos los judíos llegaron a Buenos Aires durante el período de inmigración masiva, que se extiende desde la última parte del siglo XIX hasta la primera mitad del siglo XX, pero muy especialmente en los años treinta. Para los argentinos, y la mayoría de los latinoamericanos, los nuevos migrantes eran vistos como una sola etnia, musulmanes. Por otro lado, las diferencias culturales e idiomáticas de los árabes y judíos, los obligaron a adaptarse a su nueva realidad. Pero la realidad era más dura. Tanto árabes como judíos fueron estigmatizados como parasitarios e improductivos, sus mercachifles comparados con mendigos, o considerados como causa de competencia deshonesta y desleal para los comerciantes locales.

Como miembros de minorías intermediarias, los buhoneros árabes y judíos formaban parte de redes de distribución creadas por sus familiares y otros miembros del mismo entorno étnico, lo que los capacitaba para ofrecer facilidades de crédito a compradores de modestos recursos (****).

Esta situación provocó fuertes tensiones entre los comerciantes locales y sus competidores árabes y judíos. Se desarrolló la envidia y el encono de los argentinos dueños de los negocios más antiguos, sobre todo cuando observaban cómo estos recién llegados monopolizaban el comercio y acumulaban fortunas. Así, pues, sencillamente, la necesidad de sobrevivencia se impuso sobre las diferencias étnicas, religiosas y políticas.

En el próximo artículo tocaremos el caso de Colombia.

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(*) Ignacio Klich (University of Westminster), Árabes, judíos y árabes judíos en la Argentina de la primera mitad del novecientos, E.I.A.L., Estudios interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, http://www.tau.ac.il/eial/VI_2/klich.htm.
(**) Ibídem.
(***) Ibídem.
(****) Ibídem.

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