Asesinato de un francés entre gigolos, orgías y una bahía de ensueño

De noche, incluso de madrugada, el fantasma de la muerte anduvo durante cinco años detrás de Herver Jean Bregeon, un turista francés que después de establecerse como empresario en Samaná fue asesinado de seis puñaladas en Las Galeras.

De noche, incluso de madrugada, el fantasma de la muerte anduvo durante cinco años detrás de Herver Jean Bregeon, un turista francés que después de establecerse como empresario en Samaná fue asesinado de seis puñaladas en Las Galeras.

La bahía no sólo le cautivó por la singular belleza de sus cayos, sino por sus mujeres y por la vida de placeres que pronto le atrapó entre playas, cocoteros, gigolos y saltipanquis.

De día, Jean Bregeon era todo lo contrario. De empresario dedicado a una fábrica de persianas para la exportación, que instaló en Las Galeras, también invertía en residencias, sobre todo, después que se casó con Esther Deogracia, una joven mulata que conoció en un hotel de Las Terrenas.

La pareja convivió en armonía durante algún tiempo junto a una niña de cinco años que el extranjero consintió en admitir en el matrimonio. Al menos, era esa la percepción que tenían de los dos quienes les conocían y compartían con ellos en el litoral.

Sin embargo,  la aparente felicidad de pronto se vino abajo como un castillo de naipes por los conflictos que constantemente comenzaron a protagonizar debido, según las revelaciones contenidas en el expediente acusatorio, a las aberraciones sexuales por las cuales se inclinó el europeo y que degeneraron en desamor una relación de ilusiones y esperanzas.

Los gigolos y saltipankis de la bahía asaltaron la intimidad de la pareja y se apoderaron hasta de sus gustos y placeres. Fue entonces cuando las orgías sexuales se hicieron cada vez más frecuentes y más evidentes.

Jean Bregeon, que de sus negocios compartía una cuenta bancaria con su mujer Esther Deogracia, comenzó a trasegar los fondos hacia otra particular y a disponer de los bienes sin consultarlo con ella.

No obstante el cambio de actitud, la pareja se mantuvo conviviendo en la misma casa y en ocasiones hacían juntos vida social. “Era un hombre bueno. Siempre me visitaba y a veces venía y cocinaba. Nunca me comentó que entre él y mi hija habían problemas.

La última vez que lo ví fue dos días antes de que lo mataran”, recuerda Zunilda Deogracia, madre de la esposa del francés.
Igual que ella, el suceso le ha afectado a sus otras tres hijas, porque el francés logró granjearse el afecto y el cariño de la familia, y no sólo eso, también le construyó una casa de dos niveles en la sección Arroyo Chico, próximo a El Limón.

EL CRIMEN. La madrugada del homicidio, Jean Bregeon conducía su yipeta en compañía de Esther y de Oneil Capois King, un joven de origen cocolo amigo de la pareja, ahora sindicado como el autor de las seis puñaladas (cinco en la espalda y una en el costado derecho) que le ocasionaron la muerte al extranjero.

Las circunstancias del crimen aún no están del todo establecidas, aunque los investigadores descartaron la hipótesis de que el hecho se produjo durante un supuesto atraco para despojar de dinero a la víctima.

Partiendo erróneamente de que se trató de una acción de delincuencia, los investigadores perdieron tiempo en las indagatorias, porque en principio iniciaron la búsqueda de personas con antecedentes de robos, las cuales, luego de ser depuradas, una a una fueron descartándose. Al cabo de cuatro días, las evidencias permitieron adentrarse más al escenario del desenlace hasta que se pudo componer un perfil más acabado y consecuente con la realidad de los hechos e identificar a el o los posibles cómplices de la conjura criminal.

Después de ser herido de gravedad por Capois King, Esther condujo a Jean Bregeon a un centro asistencial en Las Galeras, pero en el trayecto el vehículo se accidentó, muriendo por desangramiento en el camino.

En calidad de detenida, Es-ther fue llevada a la policía donde declaró que su marido había sido atacado para robarle, versión que luego contradijo cuando en el interrogatorio sostuvo que su pareja “me obligaba a hacer el amor y a sostener sexo oral con otros hombres a los cuales les pagaba altas sumas de dinero”.

Pois King,  tras ser apresado e identificado como la tercera persona que acompañaba a la pareja en la yipeta, tampoco tuvo reparos en admitir su culpabilidad.

Narró a los investigadores policiales y a los del Ministerio Público que el francés le propuso “que compartiera una relación sexual con su mujer”.

En los interrogatorios el incriminado consignó que reaccionó de manera violenta contra el extranjero “porque comenzó a ponerme las manos y a acariciarme, invitándome a que tuviéramos sexo”.  Poig King dijo que en esas circunstancias haló el cuchillo que portaba y apuñaló varias veces por la espalda a la víctima que se encontraba detrás de él, al frente del volante de la yipeta.

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