Béisbol contra fútbol y los clubes de antes

Hace días conversaba con unos chicos sobre fútbol, un deporte que, según estimo, en pocos años será en nuestro país más popular que el béisbol, al menos entre nuestra juventud. Ya en los colegios de clase media y alta los campos de fútbol…

Hace días conversaba con unos chicos sobre fútbol, un deporte que, según estimo, en pocos años será en nuestro país más popular que el béisbol, al menos entre nuestra juventud. Ya en los colegios de clase media y alta los campos de fútbol han desplazado a los estadios de pelota y los héroes son los jugadores del Real Madrid y del Barça de Barcelona y no los de los Yankees de New York y de las Águilas Cibaeñas.

Uno de ellos me preguntó dónde y cómo se practicaba deportes en mi época. Le respondí que fue por medio de un club deportivo y cultural de nuestra comunidad donde aprendimos a correr, jugar baloncesto, recitar “Hay un país en el mundo” del inmenso don Pedro Mir, comprender el ajedrez; escuchar a Silvio Rodríguez; leer a Eduardo Galeano; bailar mangulina…

Me pidieron que abundara, resaltando que no todos conocían los nombres mencionados. Les expresé que éramos un grupo que, enarbolando las banderas del deporte y la cultura, soñaba, ejercitaba sus músculos, discutía con altura, analizaba los acontecimientos, se enamoraba de las ideas.

Y con aire académico continué: “Al menos en teoría, desde hace décadas los clubes representan, luego de los atletas, el sostén de nuestra pirámide olímpica. Después van las asociaciones, las federaciones y, finalmente, el Comité Olímpico Dominicano.

Los clubes deportivos y culturales sobrepasaban el marco de su nombre: eran, además, reivindicativos, el espacio adecuado para exigir una sociedad más justa, siendo un ente activo en la búsqueda de soluciones a los problemas del barrio, ya que no era seguro hacerlo a través de un partido político. Otro aspecto es que se jugaban varios deportes. Ahora se concentran en uno, y lo que hacen muchas veces es a título oneroso, convertidos en compañías por acciones.

En la mayoría de ellos actualmente el aspecto cultural es inexistente. Esa materia la descartaron. No hay poesía coreada, peñas de literatura, bailes folclóricos, concursos de décimas… También se amaba el voluntariado. Sus dirigentes, atletas y promotores culturales se entregaban a su causa de corazón, sin esperar nada a cambio, viviendo para servir, no para ser servidos. Casi nadie exigía pasaje o dieta para realizar su labor, pues la consideraba un deber social. En estos días no se mueve un dedo si no se recibe una dádiva”.

Los jóvenes escucharon con atención, como si les hubiera dado una clase de historia patria, y de inmediato empezaron a discutir sobre quién era mejor si Lionel Messi o Cristiano Ronaldo. Y mientras lo hacían yo recordaba a David Ortiz y con nostalgia a Miguel (Guelo) Diloné, el más grande de todos los tiempos en nuestro béisbol invernal.

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