Cada quien buscando lo suyo

Una de las principales razones por las que nuestros problemas estructurales no han podido ser resueltos por más recursos que se hayan gastado…

Una de las principales razones por las que nuestros problemas estructurales no han podido ser resueltos por más recursos que se hayan gastado en costosos estudios e innúmeras discusiones en búsqueda de consensos, es el hecho de que existen demasiadas personas que se creen intocables, pues se sienten por encima de la ley y entienden que sus razones particulares deben desplazar el interés colectivo. Esto parecería paradójico en un país con tanta tradición caudillista en el que el Presidente detenta tanto poder, pero no lo es.

Lo que sucede es que como nuestra historia democrática reciente ha estado marcada por la búsqueda de la reelección de la mayoría de nuestros gobernantes, éstos han preferido no tomar decisiones antipáticas pero necesarias a los intereses del país con tal de no afectar sus planes de permanencia en el poder; habiendo esto servido de caldo de cultivo para que cada vez más personas sientan que pueden atrincherarse en sus respectivos espacios y convertirlos en intocables.

Esta situación se ha hecho más grave por un lado por el hecho de que la mayoría de nuestra población está muy limitada en sus conocimientos y por el otro, por la vocación servil de buena parte de nuestra sociedad; que permite que nuestros gobernantes hagan lo que quieran sin tener realmente una verdadera vigilancia ciudadana, la cual  se diluye ante la cada día más poderosa maquinaria de comunicaciones gubernamental y el negativo modelo que hace que  más personas a lo que aspiren sea no a cambiar el sistema, sino a también poder saborear ellos las mieles que otros disfrutan.

Esta irresponsable actitud de no afrontar los problemas con la valentía necesaria ha hecho que éstos sean cada vez más difíciles de resolver, como ha sucedido con el hurto de energía y el indetenible subsidio eléctrico, con el monopolio del transporte de carga y de personas, con la arrabalización de nuestras avenidas y ciudades, la pésima calidad de nuestro sistema educativo y la ineficiencia de nuestro sistema sanitario. Sin embargo, hemos querido crear la ficción de un Estado moderno que es una gran mentira debajo de la cual subyace la misma mugre de corrupción, clientelismo y tráfico de influencias.

Como nuestras autoridades no han querido afrontar a los corruptos poderosos han preferido cerrar los ojos ante los “humildes padres de familia” que incumplen las leyes de tránsito, invaden espacios públicos, impiden la libre empresa u operan negocios al margen de la ley.

Penosamente no hemos  resuelto nuestros problemas fundamentales pero hemos creado uno peor, un Estado atomizado, carente de una visión unificada, en el que cada quien busca beneficiarse lo  más posible del erario, casi todos se resisten a que se les aplique la ley y la mayoría no está dispuesta a cumplir su rol para ser complaciente con el poder político de turno a cambio de que no le toquen sus intereses particulares.

Para poder aspirar a un buen gobierno, tenemos que empezar por cambiar esto.

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