Cambalache, chapucería y Cayo Confites

Fidel, en una conversación con Leonel, le refiere que de su experiencia como participante en la expedición de Cayo Confites, para derrocar a Trujillo en 1947, aprendió sobre cómo no hacer las cosas. Se refería a que a los preparativos también…

Fidel, en una conversación con Leonel, le refiere que de su experiencia como participante en la expedición de Cayo Confites, para derrocar a Trujillo en 1947, aprendió sobre cómo no hacer las cosas. Se refería a que a los preparativos también se incluyeron tigres que hacían vida en La Habana.

Esa revelación la hizo Leonel (por cierto estando presente el hijo de Fidel, que lleva su nombre) en la presentación y puesta en circulación de las primeras cuatro ediciones, recogidas luego en la quinta edición de mi libro “El PLD Y Las Fuerzas Sociales”. Aquella expedición fracasó por haber sido un cambalache, una chapucería. Le sirvió de lección también a Juan Bosch, que luego escribía que para combatir a Trujillo había que hacerlo desde dentro del país.

Lo más relevante a los fines del proceso político actual es aquella lección aprendida de que con personas sin valores ni defensores de causas de futuro, pueda realizarse acciones para un proyecto de nación. Con ese perfil de personas se hacen chapucerías y todo termina en un cambalache.

Escucho con cierta frecuencia el tango Cambalache, música y letra de Enrique Santos Discépolo (1935), interpretado por Gardel y en los últimos tiempos por Julio Iglesias, precisamente por lo que en estos momentos ocurre con el PLD. Es aquello de: “Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé. En el quinientos seis y en el dos mil, también.

Que siempre ha habido chorros maquiavelos y estafaos, contentos y amargaos, barones y dublés.

Pero que el siglo veinte es un despliegue de maldá insolente, ya no hay quien lo niegue.
Vivimos revolcaos en un merengue y en el mismo lodo todos manoseados.

Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio o chorro, generoso o estafador…

¡Todo es igual!
¡Nada es mejor!
Lo mismo un burro que un gran profesor.
No hay aplazaos ni escalafón,
los ignorantes nos han igualao.
Si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición,
da lo mismo que sea cura, colchonero, Rey de Bastos,
caradura o polizón.
¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón!
Cualquiera es un señor,
cualquiera es un ladrón…”
Su letra es más abundante, pero a estos fines y por razones de espacio es necesario estas estrofas que son de las primeras.

Y este comentario y reproducción de la letra del tango viene a cuentas porque muchas personas, entre ellos peledeístas, quieren con frecuencia creer que es de ahora ese problema de que en la actividad política también tienen presencia personas a las que “da lo mismo derecho que traidor”; “ o un burro que un gran profesor”; ahora “cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón”. Definitivamente “qué falta de respeto, qué atropello a la razón”.

Esa situación se revierte entendiendo que en democracia, también debe cualificarse la militancia, con disciplina consciente y formación política. Evitando que en la organización predomine el cambalache y las chapucerías. No es actuar fuera de los principios y valores de derechos a participar.

Se trata de que el rumbo sea capitaneado para alcanzar los objetivos del proyecto de nación. El PLD se fundó y desarrolló con militantes, luego pasó a masificarse convirtiéndose en un partido electoral. Ahora vale cualificarse sin desperdiciar esa masificación. l

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