Entendida la suerte como eventos favorables o desfavorables que están fuera de nuestro control, puede decirse que hay una clase de suerte constitucional.
Es decir, no podemos escoger a nuestros padres ni el lugar ni circunstancias de nuestro nacimiento y crecimiento. Tampoco podemos escoger nuestros talentos o nuestro coeficiente intelectual.
Todo eso está fuera de nuestro control, salvo nuestro carácter. Podemos escogerlo, de hecho, estamos forjándolo cada vez que hacemos una elección: evadir o confrontar la adversidad, doblegarnos ante la realidad o mantenernos bajo su peso, por ejemplo.
A medida que vivimos y tomamos decisiones, forjamos nuestro carácter, el centro de nuestro desarrollo como seres humanos en general y como líderes en particular. ¿Iniciando esta semana, cuáles son tus elecciones? l