El Caribe también expulsa a su gente

Poema de un migrante Siempre hay un mañana y un ayer.Siempre una despedida y un volver.Y es la misma historiaque a menudo…

Poema de un migrante
Siempre hay un mañana y un ayer.
Siempre una despedida y un volver.
Y es la misma historia
que a menudo se repite de querer volver…
Y nosotros, para bien o para mal,
siempre queremos volver
a donde quedó enterrado el cordón umbilical. Y, ¿qué sucede cuando volvemos al sitio anhelado?
Entonces nos damos cuenta
que la mente nos ha traicionado;
que nada es lo mismo,
que todo ha cambiado;
que aquel ambiente antes nuestro y halagüeño, ahora es ajeno, tiene otro dueño.
Que ya no existe aquel humilde hogar
donde un día todo fuera luz y alegría,
y hoy, aquel paraje triste,
solo semeja una tumba fría.
Entonces nuestros ojos entristecen
al ver el solar baldío
donde triste canta un grillo
y unas hierbas crecen.
Y ¿qué nos queda entonces?
Solamente volver de nuevo
al exilio voluntario,
a voltear las hojas del calendario
y a esperar que una fría mañana
o un lluvioso atardecer,
tengamos que emprender
el viaje del no volver.

Autor desconocido. http://pasolibrefm4.blogspot.com/2009/02/otro-poema-de-un-migrante.html.

El Caribe insular y continental ha recibido millones de migrantes por muchos siglos. Sin embargo, en el siglo XX y en el siglo XXI, en la década que apenas terminamos, ha expulsado a sus hombres. Así como en el siglo XIX europeos zarparon a la aventura, se atrevieron a echar raíces en tierras tan diferentes a las que se vieron obligados a abandonar; los caribeños de hoy son impulsados a levantar sus alas para emigrar. La falta de trabajo, de mejores oportunidades y, lo de siempre, la necesidad de alcanzar el sueño de una vida mejor, los han obligado a vislumbrar la solución de sus males en la aventura marina, legal e ilegal.

Algunos observadores y estudiosos de la migración, como los responsables del Observatorio de Migrantes del Caribe,  sostienen que las corrientes migratorias del Caribe hacia Estados Unidos, tienen profundas raíces históricas. Por ejemplo, la emigración cubana alcanzó su máxima expresión tras la revolución de 1959. Después, a principios de los 80, cuando el gobierno cubano suavizó los trámites de salida, se produjo una nueva ola migratoria. En el caso de Haití, los haitianos huyeron despavoridos durante la dictadura de Duvalier, así como en los años de incertidumbre del gobierno de Aristide se mantuvo la misma presión migratoria.

La República Dominicana, por su parte, también ha vivido olas migratorias hacia Estados Unidos. Durante la dictadura de Trujllo el exilio fue la solución de muchos de sus opositores. A finales de los años 1980 y principios de los 90, se produjo una gran migración provocada por las dificultades económicas y las protestas sociales en el país.

El Caribe inglés también ha vivido sus constantes olas migratorias. Además de Estados Unidos, Canadá ha sido otra aspiración, otro sueño. Algunos sostienen que a este frío país, tradicionalmente despoblado, ha sido más flexible en sus políticas migratorias. Este país por su condición de ser oficialmente bilingüe, ha acogido también a cientos de migrantes francófonos.

Mario Santillo Cemla, escribió un interesantísimo ensayo titulado “Balance de las migraciones actuales en América Latina”. El autor reitera que el objetivo migratorio de los desesperados de América son los Estados Unidos.

El sueño americano se ha convertido en la obsesión de los expulsados de sus tierras. Los datos son elocuentes. Refiriéndose al Caribe insular, señala que de las 15 naciones independientes del Caribe tienen una de las más altas tasas de emigración, en relación con sus poblaciones totales. El primer lugar lo ocupa Cuba, que en los últimos 20 años ha expulsado más de 1,241,685 personas hacia Estados Unidos. El segundo lugar lo ocupa nuestro país, pues según el censo realizado en el 2000 en la nación norteña, se indica que había recibido más de 764,945 dominicanos en los últimos cinco años. Le siguen Haití y Jamaica. En el año 2000, Estados Unidos recibió nada más y nada menos que cerca de 2,000,000 de inmigrantes de estos dos países.

Según el autor, más de 1,000,000 de cubanos migraron a Estados Unidos, a partir de 1994; gracias al acuerdo bilateral de ambas naciones, se permiten 20,000 radicaciones por año. El caso de los haitianos es más difícil. Las crisis económicas, sociales y políticas constantes han expulsado a más de un millón. Con uno de los producto interno bruto (PIB) más bajos del mundo, 400 dólares anuales, y constantes crisis políticas, sumados a los estragos del terremoto, los haitianos no tienen esperanzas. Su única salida es salir por mar, por tierra o por aire. Se calcula, según Santillo, que en los últimos cinco años han emigrado más de 350,000 a Estados Unidos y se estima, porque es imposible tener certeza en estos datos,  que alrededor de 500,000 han llegado a República Dominicana. Trabajan por cualquier paga. Y no les importa vivir en condiciones infrahumanas.

Así pues, una simple ojeada a la permanente y cada vez más grande ola migratoria del Caribe hacia Estados Unidos, y de unas islas caribeñas a otras (como los dominicanos que llegan ilegalmente a Puerto Rico) nos indica que el tema migratorio debe ser asumido con energía y responsabilidad por las autoridades de todos los países. Como plantea Santillo, muchas organizaciones de la sociedad civil han solicitado a los gobiernos la ratificación de la Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de todos los Trabajadores Migratorios y sus Familiares.

Las actuales leyes migratorias de todos nuestros países son restrictivas y regulatorias. El abuso a los migrantes ha sido su signo. Yo me pregunto: ¿será un sueño aspirar a la libre circulación de las personas? ¿Por qué no hay reciprocidad? ¿Qué va a pasar con los países que sufren y padecen la presión migratoria, como es el caso de República Dominicana? Pues mientras más se deteriora la situación en Haití, mayor será la migración de haitianos. El tema es profundo, porque involucra muchos aspectos: derechos humanos, soberanía y solidaridad.

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