Chinos en el Caribe: El Barrio Chino de Pochi, (1)

“Padre mío,que del lejano Oriente vinistey arribaste a esta cálida tierra.Venerada sea hoy tu memoria.Me dejaste como herencia de vida tu dignidady silenciosa labor.Dame hoy luz y gran fortalezapara…

“Padre mío,
que del lejano Oriente viniste
y arribaste a esta cálida tierra.
Venerada sea hoy tu memoria.
Me dejaste como herencia de vida
tu dignidad
y silenciosa labor.
Dame hoy luz y gran fortaleza
para no desfallecer en el camino.
Siento tu presencia en el Barrio.
Tus sueños de armonía,
paz y justicia me alientan a vivir…
y a luchar.
Más protégeme…y dame tu bendición”.
José Chez Checo

Comenzó el cálido otoño tropical. Una estación sencillamente circunstancial en este eterno verano caribeño, donde el calor se ha hecho casi imposible. Al mismo tiempo que se desarrollaba la no muy activa Feria del Libro, el jueves 29 de septiembre, Rosa Ng, cariñosamente Pochi para sus amigos, puso a circular su libro “El barrio chino de Santo Domingo”, en el que relata las vicisitudes para materializar un sueño. Pochi demostró en la puesta en circulación su capacidad de convocatoria. Vinieron miembros de la comunidad china de Santiago y de Santo Domingo, así como sus amigos dominicanos que acudieron al llamado para respaldar no solo el libro, sino la obra, el esfuerzo que significó construir el “Barrio Chino”.

La obra fue presentada por el amigo de toda la vida de Pochi, José Chez Checo, quien leyó un discurso hermoso, bien estructurado y emotivo. Me permito, con la venia de mi “plimo” José usar su discurso en estas dos entregas. El discurso de mi amigo historiador me pareció tan interesante, ya que aborda el libro desde la perspectiva académica, pero sobre todo cómo el barrio, el libro y Pochi han formado parte de su vida; y la historia contada a través de las páginas del libro, es también su propia historia, sus vivencias infantiles. En esas calles donde se ubicó el barrio chino, las familias Chez y Ng se establecieron muy cerca. Allí corretearon y vivieron sus primeras aventuras. Este libro es un homenaje a sus progenitores, y a todos los chinos que se atrevieron y se lanzaron al mar en búsqueda de mejor vida. Llegaron a esta media isla, como los míos, se integraron a la sociedad y aportaron su trabajo. Y para honrar a nuestros ancestros, tomo prestadas las palabras de mi plimo y amigo del alma, José Chez. Para no cortarlo, lo presento en dos entregas:

“El Barrio Chino de Santo Domingo, obra que hoy nos congrega y que la presencia de todos ustedes en este evento honra a su autora y a quienes nos consideramos sus amigos y sus hermanos del alma, constituye una especie de rasgos autobiográficos de Rosa Ng Báez, entendiéndose por autobiografía, como lo han planteado diversos autores, aquel texto en que el escritor narra, en su calidad de autor y protagonista, hechos verídicos que ha vivido estructurando su exposición y utilizando un lenguaje que dependen exclusivamente de él.

Fruto de su inmenso amor filial a su padre chino, como el mío y el de muchos de los aquí presentes, Rosa ideó y coordinó la construcción de un espacio único y especial en la cinco veces centenaria ciudad capital del país. La materialización del Barrio vino a ser para ella una especie de catarsis emocional liberando, de esa manera, deseos, emociones, sentimientos y muchas cosas más que llevaba dentro de su corazón durante muchos años.

Si ustedes me lo permiten, creo muy válido decir que el “Barrio Chino” es Rosa y Rosa es el “Barrio Chino”. Eso quiere decir que quien conozca a Rosa entenderá muchos rasgos del Barrio, y quien vea al Barrio podrá comprender, admirar y querer mejor a Rosa.
Siguiendo los antecedentes de “barrios chinos” como los de New York, San Francisco de California, Londres, por solo citar algunos, Rosa Ng Báez se propuso, y lo logró, concretizar un espacio urbano que fuera, a su vez, símbolo de los inmigrantes chinos a este país y un centro de interacción de las culturas china y dominicana.

De esa manera ella, siguiendo la tradición milenaria de la cultura china donde se aprecia el importante rol que juega la figura paterna en la familia y se venera a los ancianos, ha rendido justo y merecido homenaje a su padre, un inmigrante chino, al igual que su abuelo, que arribó al país en los años cuarenta del pasado siglo. Pero, como ella ha afirmado, en la figura de su padre ha rendido tributo, también, a los demás inmigrantes chinos que vinieron y abonaron esta tierra con su trabajo fecundo y honrado, y con las descendencias que han dejado a través del tiempo.

Esta obra testimonial, verídica y escrita con la pasión de quien sabe está narrando parte importante de su vida, ha de tener el valor inconmensurable de dejar plasmado para la posteridad los hechos, a veces ingratos, que hicieron posible el Barrio Chino de nuestra nunca bien amada ciudad de Santo Domingo. Además, debe constituir un incentivo a que Mu-Kien Sang, la misma Rosa y quien les habla terminemos la Historia de la migración china que desde hace tiempo venimos trabajando en ella y que aguardamos la esperanza de que pronto será editada en dos o más volúmenes.

No me sorprende el fruto de Rosa Ng Báez que hoy día enriquece la bibliografía dominicana porque la conozco desde los años 60 de la pasada centuria cuando ella y mi hermana Josefa eran condiscípulas en el Liceo Secundario Salomé Ureña de Henríquez, que hoy todavía existe en la calle Padre Billini, y allí cursaban el bachillerato. Además, vivíamos relativamente cerca, ella en la calle Jacinto de la Concha casi esquina Félix María Ruiz (calle hoy desaparecida como si no mereciera reconocimiento alguno el trinitario que contribuyó al surgimiento de la Independencia dominicana) en una casa hoy inexistente y cuyo solar ocupa en parte una sucursal de la Dirección General de Impuestos Internos. Recuerdo perfectamente la casa porque se accedía a ella subiendo una escalera de cemento que no tenía barandilla. Mi familia residía en el sector Jobo Bonito del Barrio San Miguel, unas cuadras más abajo. Desde esos años recuerdo a la juvenil Rosa, de rara fisonomía porque siempre ha sido una chinita, como una muchacha despierta y vivaz, con una sorprendente inteligencia natural y con una inclinación al trabajo sin descanso, cualidad que enorgullece a los descendientes de chinos quienes suelen internalizar el ejemplo que les dieron sus progenitores con sus ejemplos de vida.

La ubicación del Barrio Chino no es casual porque, desde pequeña Rosa conoció, al quedar a una cuadra de su casa, el movimiento comercial de la avenida Duarte donde estaban ubicados el Casino de la Colonia China y varios restaurantes en la década de los 50. Y, sobre todo, el antiguo parque Julia Molina, hoy Enriquillo. Sus coetáneos, al igual que ella, también recordamos con nostalgia muchas de las realidades sobre todo las de la calle Ravelo, que ha narrado el biógrafo por excelencia de Villa Francisca, el muy destacado novelista, escritor y arqueólogo Marcio Veloz Maggiolo”.
Seguimos en la próxima.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas