¿Para qué necesita el Gran Santo Domingo 31 legisladores; Santiago 15; San Cristóbal 12 o Samaná tres? No son de índole legislativa los problemas locales, sino comunitarios.
Tuviéramos menos problemas sociales, cuya solución buscamos en senadores o diputados -una aberrante distorsión institucional-, si el dinero pagado a representantes legislativos en exceso fuera a ayuntamientos, escuelas, hospitales o policía.
No somos un país con la necesidad legislativa que justifique un Congreso tan grande.
Por eso la asistencia político-clientelar ha sustituido el rol de nuestros numerosos y mayormente ociosos congresistas. Ni “barrilito” ni “cofrecito” desaparecerán y siempre elegiremos legisladores que se hacen ricos mientras las demarcaciones son pobres.