Desde dentro

Cuando tienes que ir a un centro de salud, ya sea público o privado, estos están abarrotados de personas de todas las edades. En una clínica privada de esta capital, la cual visité en esta semana, no había lugar por dónde caminar y, si a parqueo&#82

Cuando tienes que ir a un centro de salud, ya sea público o privado, estos están abarrotados de personas de todas las edades. En una clínica privada de esta capital, la cual visité en esta semana, no había lugar por dónde caminar y, si a parqueo vamos, encontrar uno me costó no menos de 25 minutos. En toda la periferia no hallaba espacio. Igual sucede con gimnasios, parques y lugares espaciosos en los cuales uno se pueda ejercitar. Todo el mundo está tratando, tanto de manera preventiva como correctiva, de mantener una buena salud, para lo que se diseñan programas, dietas y literatura con la finalidad de educar sobre qué comer o no comer, hacer o dejar de hacer.

Incluso, esto se ha convertido en uno de los temas principales de cualquier reunión, citando específicamente la palabra“calorías”, las cuales se pasa la gente, principalmente la juventud, contando, para saber cuáles cosas contienen la menor cantidad de éstas posible, y cuáles no; el peso corporal, ya que parece que todos quieren estar delgados, esto último en su mayoría por estética y también por salud. “Eres lo que comes” se ha convertido en una especie de cliché en el ser humano de la sociedad moderna. Sin embargo, hay un común denominador que afecta a todas las clases sociales, sin importar edad, que hay que cuidar, tanto o más: lo que ingieres al alimentarte. Al parecer, esto último, convirtiéndose en lo más relevante; y es lo que escuchas, lo que ves y lo que hablas. Somos seres tripartitos, ya que poseemos espíritu, alma y cuerpo. Por tanto, si tenemos que cuidar que velar y cuidar, es aquello que contamina nuestros oídos y ojos, palabras ociosas por ejemplo, descréditos, chismes los cuales te llegan a través de radio, televisión, prensa escrita y todo aquello que cerca de ti te manifiesta otra frase repetida, más tóxica que cualquier alimento, “¿supiste lo que están diciendo?”

Esto, trae consigo tu respuesta, a veces de ira, rechazo a individuos o empresas, gobierno, dañando, una vez repetido todo esto por tu boca con tu expresión, también a aquellos que escuchan lo que dices. Así, nos convertimos de forma unánime en entes multiplicadores de toxinas espirituales, que enferman el alma, los principales causantes de muchas enfermedades físicas. Evalúa qué es más importante a cuidar primero.

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