La deshonestidad

La deshonestidad no es fenómeno nuevo. Es más viejo que la aparición de normas escritas. Como pertenecientes a este mundo, que…

La deshonestidad no es fenómeno nuevo. Es más viejo que la aparición de normas escritas. Como pertenecientes a este mundo, que peca de deshonesto creyéndose superior, predestinado, magnánimo y benevolente, deberíamos saber que el Libro nos impone verdades transmitidas desde la deidad por Moisés, en su tabula, signada por fuego divino, normas escritas para corregir la deshonestidad ya evidenciada del hombre tal que ente social. Moisés mismo vio la necesidad de organizar una judicatura encabezada por su hermano Aarón y fue testigo presencial de cómo, a pesar de la nueva Ley, su sociedad se hizo pasible de grandes castigos por su deshonestidad.

A pesar de la aparición de sociedades modelos fundadas en premisas de pertenencia exclusiva para predestinados llenos de amor, abandono y dedicación a la virtud, la verdad es que la deshonestidad es serpiente que enrosca la humanidad con caricias y promesas de felicidad eterna para, como lo hizo con Eva, algún día tragársela entera, iluso por iluso.

No importa el hombre que se elija para señalarlo como culpable, pues en verdad, aunque parezca falta personal, la deshonestidad es un veredicto, no la opinión de otro iluso que piensa que la denuncia conlleva sanción, especialmente cuando el denunciado ha sido convertido en paradigma de una sociedad que, como la nuestra, ha dejado a un lado su Libro, sea porque su contenido ya no refleja los valores de la sociedad, o porque la judicatura ha olvidado o no aplica los procedimientos establecidos para juzgar las violaciones a la Ley.

El extraordinario desarrollo de la comunicación social nos hace casi a todos receptores de enorme cantidad de mensajes cuyos contenidos nos llevan a percibir perversidad de todo tipo en el comportamiento de la mayor parte de quienes hacen vida pública y actúan como seres paradigmáticos para con los ciudadanos, la mayoría de las cuales son denuncias fundadas en palabrerías de sinvergüenzas, carentes de evidencia comprobable y elaboradas con el solo propósito de desacreditar a figuras paradigmáticas de un partido político, el opuesto a su militancia o el que paga la comunicación.

Resolver el problema de la falta de honestidad ha sido el principal problema de todos los llamados Padres de la Patria, desde Moisés. Y lo que forjó Moisés, para conseguir orden social, es válido también hoy.

El Libro hay que actualizarlo a través de la legislatura. Al sospechoso hay que investigarlo, con los fiscales, para aunar pruebas de culpabilidad en la violación, someterlo a juicio siguiendo los procedimientos pertinentes actualizados, y los jueces y los organismos judiciales desempeñar sus roles para la producción de sentencia definitiva. El principal causante de la deshonestidad es la inmunidad.

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