Dos medallas: honor y patriotismo

En los Juegos Olímpicos de Londres, la medalla de oro está compuesta por 92.5%  plata, 6.16% cobre y apenas 1.34% oro. La de plata…

En los Juegos Olímpicos de Londres, la medalla de oro está compuesta por 92.5%  plata, 6.16% cobre y apenas 1.34% oro. La de plata por 92.5% plata y lo demás cobre. La de bronce, como es natural, es casi totalmente hecha de bronce. Si tomáramos en cuenta el valor de los metales en proporción a los gramos de cada premio, concluiríamos que las medallas de oro, plata y bronce costarían en el mercado unos US$650.00, US$335.00 y US$5.00, respectivamente. Vale la pena recordar que en los primeros Juegos Olímpicos (hasta Estocolmo 1912) el ganador recibía una medalla de oro puro.

Es probable que parte o la totalidad del oro y la plata de cada medalla olímpica haya salido de nuestra tierra, o al menos de nuestro continente. Este planteamiento no es caprichoso. Basta remontarnos al Archivo General de Indias que afirma que sólo entre los años 1503 y 1660 llegaron desde América a España 185,000 kilos de oro y 16 millones de kilos de plata.

Independientemente de lo expresado (una especie de desahogo histórico), una medalla olímpica no tiene precio, aunque algunas en el mercado estén cotizadas en cientos de miles de dólares, lo que es intrascendente para los fines de ser buen ejemplo deportivo, que es lo que valora el atleta de corazón, entrenador o dirigente. ¡Qué hermoso es sentirse estimulado por el canto de un himno y por el respeto y admiración de un pueblo, y no por algo simplemente material que se desintegra cuando sube al podio en relevo de nuestro esfuerzo espiritual y físico!

El lunes pasado, el deporte sano y noble nos hizo saltar de alegría, hubo una fiesta nacional espontánea, provocó abrazos y aplausos a granel, logró que nos imagináramos frente al Palacio de Buckingham  con nuestro pecho firme y una enseña tricolor ondeando en nuestros brazos. El deporte nos agigantó frente a un mundo atento a los resultados en la pista. El deporte nos hizo presumir de potencia invencible, capaz de conquistar con nuestra rapidez de rayo caribeño hasta a quienes dizque nos descubrieron.

Félix Sánchez y Luguelin Santos, gracias del alma por sus aportes a nuestra esperanza. Sus medallas son un símbolo motivador para tener fe en el porvenir, una evidente demostración de que si los dominicanos trabajamos duro, con responsabilidad y entusiasmo podemos avanzar como nación. Y también debemos felicitar al Comité Olímpico Dominicano, en la persona de su presidente Luisín Mejía, por su destacada labor al frente de nuestro deporte olímpico y a la directiva de la Federación Dominicana de Atletismo, a la cual pertenecen Félix y Luguelin.

Dos medallas para Dominicana, embellecidas por dos verdaderos metales preciosos: honor y patriotismo.

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