Dos nuevos santos

El Estado Vaticano tiene unos 0,44 km2 y menos de mil habitantes, podría decirse que es un barrio dentro de Roma, la capital de Italia. Es quizá el país más pequeño del mundo, y tiene por lengua oficial el latín, de gran pasado, poco presente…

El Estado Vaticano tiene unos 0,44 km2 y menos de mil habitantes, podría decirse que es un barrio dentro de Roma, la capital de Italia. Es quizá el país más pequeño del mundo, y tiene por lengua oficial el latín, de gran pasado, poco presente y menos futuro.

El reconocimiento del Estado Vaticano nace en febrero de 1929, luego de la firma de los Pactos de Letrán, celebrados entre la Santa Sede y el Reino de Italia. En el Vaticano mandaba entonces Pío XI y en Italia Benito Mussolini.

Desde entonces es un Estado soberano y sujeto de Derecho Internacional.
La máxima autoridad del Vaticano es el Papa, a quien llaman “Sumo Pontífice” y que concentra los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, de la única teocracia europea.

El Vaticano tiene su Banco Nacional, llamado Instituto para las Obras de Religión, fundado en 1942 por el papa Pío XII, y que ha sido objeto de muchas críticas, por su secretismo y vínculos con causas no tan santas como debiera.
Además, en el Vaticano se decide, dentro de la religión católica, quiénes serán santos y quiénes no. Lo cual, pensándolo bien, no es poca cosa.

El 27 de abril del año en curso, en una ceremonia con ciertas características muy particulares, el Papa latinoamericano Bergoglio, quien tomó el nombre de Francisco, con la presencia del Papa Emérito, Ratzinger –Benedicto XVI-, formalizó la santidad de Juan XXIII y de Juan Pablo II.

En la homilía manifestó el Papa Francisco que “Juan XXIII y Juan Pablo II tuvieron el valor de mirar las heridas de Jesús, de tocar sus manos llagadas y su costado traspasado. No se avergonzaron de la carne de Cristo, no se escandalizaron de él, de su cruz (…) fueron sacerdotes, obispos y papas del siglo XX. Conocieron sus tragedias, pero no se abrumaron.”
Ambos fueron dos Papas del siglo XX, pero de características muy distintas. Juan XXIII, italiano cuyo nombre era Angelo Giuseppe Roncalli, fue el papa número 261 de la Iglesia católica entre 1958 y 1963, su principal labor pastoral fue quizá la convocatoria del Concilio Vaticano II, que buscaba reorientar la Iglesia católica procurando, según sus palabras, afianzarse primero “en lo que nos une y no en lo que nos separa”, de ahí el carácter ecuménico de su pontificado. Era llamado “el Papa bueno”. Fue un revolucionario que buscó modernizar la Iglesia, alejándola del oscurantismo.

Juan Pablo II, de origen polaco y cuyo nombre era Karol Józef Wojty?a, fue el papa número 264º de la Iglesia católica, desde 1978 hasta 2005. Su pontificado de casi 27 años es el tercero más largo de la historia, luego del de San Pedro y Pio IX.

Juan Pablo II era conservador y anticomunista a ultranza. Protegió a Marcial Maciel, el fundador de los Legionarios de Cristo acusado de pederastia, combatió la “Teología de la Liberación” y olvidó a monseñor Romero, obispo de El Salvador, al tiempo que abrazaba a Pinochet.

Juan XXIII y Juan Pablo II eran opuestos, ha sido un ejercicio de malabarismo del papa Latinoamericano el canonizarlos. Hay dos santos más a quienes rezarles. No dudemos que mañana hasta Ratzinger sea santo.
¡Válgame Dios!. l

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