¡Ay de quien piense que se trata de una falacia o de una ensoñación la expresión de que los pueblos
sin memoria histórica pierden su esencia!
En el caso del nuestro, perderla sería como decir que el dominicano no tenga fechas patrias ni tampoco héroes ni mártires que venerar. Creer también que su gente dejaría de ser solidaria, amigable y generosa; gente valerosa que a lo largo de su historia, a la hora de las grandes decisiones, ha sabido levantarse.
Es el motivo por el que hay que rechazar todo lo que nos pueda conducir a perder la identidad y a desnaturalizar nuestro origen, y a que no recordemos ni rindamos honores a los que fueron ejemplo de valentía y abnegación.
Por eso es que no dejamos pasar por alto el homenaje rendido ayer con diferentes actividades, organizadas por varias entidades lideradas por la Comisión Permanente de Efemérides Patrias, al coronel Juan María Lora Fernández y a los caídos en combate el 19 de diciembre de 1965 en el Hotel Matum de Santiago.
Lora Fernández fue un ícono, junto a Caamaño, de la epopeya bélica de abril de 1965, por lo que recordarlo hoy, a 56 años de su muerte, es darle a su figura una permanencia en el tiempo y conservarla ante quienes pretendan desdibujarlo y convertirlo en una caricatura.
Forma parte de una legión de militares que a la hora en que la Patria los requirió supieron honrar sus uniformes, por lo que resulta significativo y un gesto simbólico que entre las instituciones que integraron la comisión organizadora de los actos de ayer estuviera el Ministerio de Defensa.
Lo menos que se pudiera reivindicar ante los detractores que siempre han estado ahí, es que esa camada de militares que en 1965 supo defender la soberanía nacional, debiera ser adorada.
La del Hotel Matum de 1965 no es una conmemoración cualquiera, y al mantenerla viva rendimos tributo a aquellos que, armas en manos, demostraron que “vivir sin patria es vivir sin honor”, y prefirieron morir peleando para que la patria viva.
