El corazón, blanco favorito de estrés

Cuando la excesiva liberación de cortisol, adrenalina, noradrenalina, insulina y otras hormonas se prolonga, como ocurre en el estrés crónico, la elevación de la presión arterial y el pulso provocan un aumento de la turbulencia de la corriente sanguínea con el consiguiente incremento de la tensión sobre las paredes de las arterias.

Estas alteraciones, junto con la elevación de la glucosa, el colesterol y el sodio, que se producen durante el estrés, favorecen el desarrollo de la enfermedad coronaria y la diabetes.

En la década de los años 60 los cardiólogos Meyer Friedman y Ray Rosenman describieron 2 tipos de personalidades: el Tipo A y el Tipo B. Definieron al Tipo A como impaciente, muy competitivo, de metas ambiciosas, con agenda sobrecargada, corriendo contra las manecillas del reloj. 

Le atribuyeron a este tipo mayor riesgo de enfermedad cardíaca que al Tipo B, que es más calmado, menos ambicioso, menos competitivo y más paciente, y consideraron que este grupo era menos susceptible de padecer del corazón. Hoy día esos criterios han variado, porque se considera que esa clasificación se basó en las apariencias externas que mostraban esos individuos, y que lo que importa es lo que está en el fondo de la persona y la manera de reaccionar, que en definitiva lo que aumenta el riesgo es el sentimiento de hostilidad que lleva el individuo, que es lo que hace la diferencia.

Así que, cuando el Tipo A es hostil es cuando aumenta su riesgo de enfermedad cardíaca.  Si además de su personalidad hostil, la persona tiene otros factores de riesgo como el cigarrillo, la obesidad, la diabetes y la vida sedentaria la posibilidad de un ataque coronario se multiplica.Por otro lado, el Tipo B, que parece tan calmado, a veces tiene un comportamiento desfavorable, tiene reacciones desproporcionadas frente a las situaciones adversas, y mantiene una carga peligrosa de hostilidad reprimida.

Esto nos recuerda varios refranes: “no juzgar a las personas por su apariencia”, “del agua mansa me libre Dios” y “hay gente que lleva la música por dentro”.
El autor es médico cardiólogo

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