El golpe de Estado contra Bosch (2)

Para un país en vía de desarrollo, como es el nuestro, cuando se interrumpe o se quiebra el orden constitucional por los efectos de un golpe de Estado, como el que se produjo en septiembre de 1963, toma mucho tiempo para recuperarse.

Para un país en vía de desarrollo, como es el nuestro, cuando se interrumpe o se quiebra el orden constitucional por los efectos de un golpe de Estado, como el que se produjo en septiembre de 1963, toma mucho tiempo para recuperarse.

Por eso, a pesar de haber transcurrido ya cuarenta y ocho años de aquel funesto Golpe de Estado contra el gobierno constitucional y demócrata de Juan Bosch, todavía hoy continuamos padeciendo las consecuencias catastróficas de ese imperdonable y bochornoso hecho.

A pesar de los grandes avances alcanzados por nuestro país, si hoy sufrimos y padecemos amarga y desesperadamente los flagelos de una gran deuda social, compuesta por una grave crisis energética, fruto de una serie de contratos leoninos, onerosos y de malas decisiones políticas; de problemas de insalubridad y de educación; de falta de agua, de corrupción en la justicia, una  gran inversión de valores, actos de corrupción pública y privada; delincuencia e inseguridad; si hoy existe una desigual distribución de nuestras riquezas, donde un pequeño grupo poblacional lo tiene todo y una inmensa mayoría no tiene nada; una alta tasa de analfabetismo, de desempleo y desnutrición; de carreteras y caminos vecinales; si hoy confrontamos graves problemas migratorios y fronterizos; de contrabando y narcotráfico; si nuestras Fuerzas Armadas y la Policía Nacional están corrompidas; si las grandes potencias económicas, responsables de que la hermana República de Haití sea hoy un “Estado Fallido”, nos presionan para que carguemos con esa desgracia ajena; si tuvimos una guerra civil entre hermanos y una invasión de más de cuarenta y dos mil marines en 1965; si hoy no hemos podido cumplir con los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), establecidos por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se lo debemos en gran medida a ese abominable acontecimiento.

Por consiguiente, los descendientes de la cúpula del empresariado dominicano de esa época, las Fuerzas Armadas, los sobrevivientes de la Unión Cívica Nacional (UCN), la embajada de los Estados Unidos y la propia jerarquía de nuestra madre Iglesia Católica, que con sobradas razones hoy demanda de justicias sociales, deben reconocer el grave pecado mortal que cometieron; pedirles mil veces perdón a Juan Bosch, al país, a todos los dominicanos y a todos los que ofrendaron sus vidas para lograr una patria libre, democrática y digna para todos, tal como lo predicó con su ejemplo ese insigne político, humanista, internacionalista, demócrata y patriota vegano, pues él trató contra viento y marea, de gobernar para todos los dominicanos, sin distinción social, racial, política ni religiosa, para que estos flagelos no ocurrieran y para que reinara entre nosotros la justicia y la paz social.

Aunque nunca habrá una forma de poder subsanar este horrendo crimen de lesa patria, contra el oresidente Juan Bosch, contra el sistema democrático y el país, por lo menos, los que hemos seguido su ejemplo, sufriendo en carne viva su sacrificio y “crucifixión”, aunque sea de una manera simbólica, nos sentiríamos más conformes, tal como lo vienen haciendo en estos momentos, por todo el mundo, el Sumo Pontífice, Benedicto XVI, y en nuestro país, nuestro Arzobispo Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez, por los abusos cometidos a miles de niños por sacerdotes pederastas. Pero también, como lo hizo hace unos meses el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama con el presidente de Guatemala, Alvaro Colom sesenta años después, por otro crimen de lesa humanidad, por el abuso de haber utilizado a miles de guatemaltecos como laboratorio, en experimentos científicos, para la transfusión de los virus de la sífilis y la gonorrea, para que lo transmitieran a otras personas.

¡Perdón!, mil veces ¡Perdón!   

“Los hombres pueden caer, pero los principios no. Nosotros podemos caer, pero el pueblo no debe permitir que caiga la dignidad democrática”.

Juan Bosch.
El autor es miembro de la Cámara de Cuentas
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