Epidemia

El domingo pasado salí a cenar con mis hijos. En la mesa contigua, se encontraba una pareja joven, no mayores de 35 años, con su niño de algunos 4 años. Ambos se mantenían escribiendo cada uno desde su celular, mientras el pequeño se dirigía…

El domingo pasado salí a cenar con mis hijos. En la mesa contigua, se encontraba una pareja joven, no mayores de 35 años, con su niño de algunos 4 años. Ambos se mantenían escribiendo cada uno desde su celular, mientras el pequeño se dirigía a ellos hablándoles y asentándoles, quienes solo asentían con la cabeza de manera positiva, mientras proseguían en la misma actitud. Cuando me topo con este tipo de situación, es imposible para mí pasarla por alto, ya que estaban justo en la mesa de al lado y, durante todo el tiempo, el niño se movía tratando de conversar con ellos, sin encontrar respuesta verbal, limitándose a un monólogo, en vista de que ni siquiera en forma física le daban respuesta, mucho menos hubo conversación entre sus progenitores; el niño insistía con “papi…”, “mami…”, y pasó su noche hablando solo. Pregúntense ustedes: ¿Valió la pena salir a cenar domingo en la noche? Si hay algo que mucho antes de la evasiva epidemia que se ha encargado de infiltrarse de forma paulatina en todos los hogares de nuestro país, y colocada como regla de oro en mi casa, es, ni siquiera asomar los celulares a nuestra mesa en el momento tan íntimo como la hora de comer. Si se ponen a observar en cualquier ambiente social, la gran mayoría de los individuos están ausentes, ya que los mismos se mantienen en contacto con otros individuos que nada tienen que ver con el compartir de ese momento, manteniéndose completamente alejados del entorno que los rodea. De nada te sirve salir del trabajo e ir directamente a tu casa, cuando te enfrascas en navegar por ese “mundito” que se encarga de acercarte a todas partes, mientras te aleja por completo de lo más importante que son tus hijos, esposa, hermanos y hasta de ti mismo. No hay tiempo para reflexionar acerca de situaciones simples y cotidianas que se presentan dentro de la familia, sin embargo, permaneces enterado(a) de quién anda de viaje o qué come en un restaurant. ¿Es importante para ti verdaderamente esto más que lo que le puede estar pasando o necesitando decirte uno de los tuyos, que están ahí a tu lado? Reflexiona, sopesa y actúa para evitar que siga el contagio afectando el tesoro más grande, tu familia. 

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