En la actual campaña el hackeo es la vertiente; en pasadas lo fue la intervención telefónica. Esta vez, el del espionaje quedará reducido a pecado sin pecador, como ha sido común en el país.

La violación a la privacidad causó la renuncia del presidente de Estados Unidos en 1974; el cierre reciente de un poderoso diario inglés. No genera consecuencias en nuestra democracia tropical, como  actividad tradicionalmente consentida.

Hace unos años el doctor Abel Rodríguez del Orbe, entonces procurador general, vio normal que su teléfono o el del Presidente de la República estén intervenidos. Cualquier persona común cita nombres de supuestos escuchas, de todos los gobiernos. Ninguna autoridad se asombra, salvo alharacas momentáneas.

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