La Fiesta brava de Hemingway (1)

Numerosos críticos consideran que “Fiesta” (“The sun also rises, 1926), es la primera gran  novela de Hemingway, y probablemente algo más.

Numerosos críticos consideran que “Fiesta” (“The sun also rises, 1926), es la primera gran  novela de Hemingway, y probablemente algo más. Quizás en este libro, en “Adiós a las armas”, en ciertos robusto relatos (entre ellos los de Nick Adams) él ha dado lo mejor de su arte. Sin lugar a dudas “Fiesta” es una de las narraciones más logradas y equilibradas de su no muy escasa producción literaria. Ya en el mismo año Hemingway había anticipado, aunque con poca fortuna (“Torrentes de primavera”) no tanto el tema cuanto el espíritu lúdico y escéptico de los personajes de “Fiesta”. Se ha dicho y repetido que la obra en cuestión está animada por un explícito propósito de venganza contra algunas de las personas representadas en la obra, y es posible que así sea (en lo que concierne, sobre todo al judío Cohn). La historia es más fácil de contar que de entender, quizás porque no es una verdadera historia novelesca. Los hechos no trascienden casi nunca la cotidianidad, no hay una trama en sentido tradicional, no hay una aventura, sino más bien una descripción de una situación dentro de la cual se encuentran los personajes principales. Los primeros nueve capítulos, en general, tienen un ritmo de crónica, una crónica casi banal. Y la cosa extraordinaria consiste precisamente en el elevamiento al plano artístico de la crónica y la autobiografía.

Jake, Bill, Mike, Brett y Cohn, un grupo de amigos ingleses y norteamericanos (“exilados” en París) se dan cita en Pamplona en el verano de 1924 para disfrutar el Festival de San Fermín, las famosas carreras y corridas de toros. La fiesta brava en todo su esplendor.

Durante  la fiesta  ocurre todo lo que de costumbre ocurre en las fiestas a gente como aquella: se emborrachan, se divierten, se critican entre sí, chismorrean, se enamoran, se pelean, surgen complicaciones y se producen incidentes (incluso mortales), y al final cada uno regresa a su casa por cuenta propia. ¿Es el relato de un viaje? De alguna manera es más bien un estudio, una muestra de la condición humana, sobre las relaciones humanas a un  cierto nivel existencial.

Desde el punto de vista de Jakes Barnes –el narrador en primera persona- el tema se define como una toma de conciencia colectiva, de un proceso de maduración.

“Hay otros modos –dice Giansiro Ferrata- para sentir e interpretar un libro similar, tan fluído, renuente a todo análisis determinista.”

En realidad no es posible, ni tampoco necesario, encasillar el libro, ponerle una etiqueta que dé una idea global de su contenido. “Fiesta es un libro multiforme, polivalente, cuyo sentido no puede aferrarse con una mano sin correr el riesgo de empobrecerlo”.

“Adiós a las armas”, “Tener o no tener”, “El viejo y el mar”, se desarrollan, al menos aparentemente, en una sola dimensión y es más fácil entender el sentido con una o pocas miradas de conjunto. El significado de “Fiesta” se hace más claro a la luz de sus particulares porque no hay un conjunto en esta novela, es una historia abierta.

La unidad de la obra se logra en parte por varios trucos y motivos en cuyo uso Hemingway se ha consagrado maestro. Uno de ellos proviene claramente de la secular tradición literaria norteamericana: los lugares de referencia, es decir, puntos fijos de orientación, como por ejemplo el Café de Pamplona y el albergo de Montoya.

Del café, en particular, se hacen múltiples menciones, casi como si se quisiera invocarlo como testimonio de todos los hechos. Es esta una presencia maciza, ente tutelar que ayuda a orientarse en la variada geografía en la que se desarrolla la acción.

Más importante aún es el hilo de Ariadna que constituyen las continuas borracheras a que se someten los protagonistas. Las comederas y bebederas son obsesionantes. “Fiesta” trasuda alcohol por todos los poros. Se brinda por todo y contra todo en cualquier ocasión y en cualquier lugar, se brinda desde las primeras páginas hastas las últimas páginas, y quién sabe si después. Lo menos que puede decirse es que esta es gente con el hígado blindado. Casi casi parecería que tal actitud es en parte una especie de réplica, de cuestionamiento de la América puritana, prohibicionista e hipócrita de aquellos años. Sin embargo, el consumo desproporcionado de alcohol es casi constante en las obras de Hemingway y es difícil encontrar un personaje abstemio. Incluso el protagonista de “El viejo y el mar” se toma una cerveza.

Otro elemento importante que hay que tener en cuenta es el de la despiadada “caza al hebreo”, que tiene inicio desde el primer párrafo. La misma resulta sorprendente por la desfachatez y la ambigüedad con que sale a la luz. Resulta difícil aceptar sin reserva una actitud tan impúdicamente racista. Hay que detenerse a pensar en la causa de la feroz antipatía que el grupo siente por el judío Cohn. El estudioso Marcus Cunliffe, al hablar sobre este  personaje, saca a relucir de inmediato la fórmula mágica del código de Hemingway y explica que “Cohn permanece fuera del círculo encantado  porque es demasiado expansivo, habla de sus propias emociones.”  Cunliffe olvida, sin embargo, que también Bill y Jake son incluso demasiado expansivos.

Quizás, a la luz de un razonamiento banal, sin necesidad de acudir al código, se puede entender mejor porque Cohn no es aceptado, o aceptado de mala gana por los amigos.

El  esquema de la situación en “Fiesta” es el siguiente: Jakes Barnes (impotente a causa de una herida de guerra “en un frente de burla como el italiano”) se ha convertido en “amante” de Brett, la cual a su vez está comprometida para casarse con Mike. Mientras tanto es cortejada ferozmente por el judío Cohn, al cual se le concedió, “por compasión”, durante una semana, antes del viaje a Pamplona. Naturalmente Brett hará público el suceso tanto al “amante” como al prometido.

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