Gregorio, de Manuel Salvador Gautier

Una novela cuya temática podría trazar un nuevo camino en la narrativa dominicana como instrumento para la preservación de la memoria de figuras criollas dignas de emulación, en medio del atolladero en que sumergen al país la pérdida de valores&#823

Una novela cuya temática podría trazar un nuevo camino en la narrativa dominicana como instrumento para la preservación de la memoria de figuras criollas dignas de emulación, en medio del atolladero en que sumergen al país la pérdida de valores y el desprecio a los modelos de vida que propugnan por el trabajo y la convivencia en vía hacia el progreso personal y colectivo. Así podríamos describir, de entrada, la obra Gregorio y su mundo perfecto, del laureado escritor y arquitecto Manuel Salvador Gautier.

Quienes hoy enarbolan los principios del emprendedurismo, debieran tomar la nueva novela de Gautier como lectura obligada, sobre todo cuando en sus respectivos talleres y conferencias se ven forzados a presentar modelos de personajes internacionales, emblemas de lucha por la superación y de resiliencia.

El autor reconstruye las vivencias y peripecias de Gregorio Riva (1833-1889), un dominicano en quien calaron profundamente las filosofías del progresismo y el positivismo predominantes en los hombres de letras y empresas en la segunda mitad del siglo XIX. Se trató de un personaje que debió enfrentarse al pesimismo de su medio para ejecutar con miles de bregas proyectos como la canalización de río Yuna y la construcción del tren Sánchez-La Vega, en su ambición por dotar a los productores agropecuarios del Cibao de medios de transporte competitivos para insertarse en los mercados europeos y norteamericanos. Gregorio y su mundo perfecto discurre entre el romanticismo y el afán continental por un desarrollo tecnológico en el que la máquina sustituyó la artesanía y el transporte de tracción muscular. De ahí que su lucha se encontrara con obstáculos propios de la política, ya que se desarrolló a partir de la Guerra de Restauración hasta culminar en la dictadura de Ulises Hereaux.

Tal vez la estatua de Don Gregorio, derribada hace poco (¿Ignorancia tal vez?) por el ayuntamiento vegano, encuentre alguna reparación en esta novela escrita con pasión y estética.

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