¿Hacia dónde vamos?

Plantear algunos temas de administración y gobierno en la transición puede resultar una contribución para los futuros gobernantes o malinterpretarse como una ruindad hacia quienes dejan el poder. Pero los problemas están ahí y nos corresponde…

¿Hacia dónde vamos?

Esta vez no quise escribir de política ni de sus consecuentes males. Tampoco me interesa insistir en los recurrentes temas de seguridad ciudadana, carestía de productos de consumo masivo o del caótico tránsito de la capital.

¿Hacia dónde vamos?

Que los residentes de cualquier sector del país digan que “se sienten huérfanos de seguridad”, que los robos y asaltos están a la orden del día, que se practica cualquier juego ilícito sin sanción, que se sienten atemorizados por balaceras&#8230

¿Hacia dónde vamos?

El país político vive un momento singular. En el PLD, que hasta hace poco se veía como ganador indiscutible del 2016, se han profundizado fisuras que no se sabe hasta dónde avanzarán… En el proyecto que podía ser opción,  igual…

¿Hacia dónde vamos?

Como se sabe ya que ni siquiera el avestruz mete la cabeza ante el peligro, los dominicanos no tenemos tampoco cómo hacerlo. Es imposible desentendernos.…

Plantear algunos temas de administración y gobierno en la transición puede resultar una contribución para los futuros gobernantes o malinterpretarse como una ruindad hacia quienes dejan el poder. Pero los problemas están ahí y nos corresponde señalarlos.

La degradación de los espacios y sitios públicos esenciales en la Gran Ciudad tiene que preocupar.

La convergencia de los municipios Santo Domingo Oeste y el Distrito Nacional, en el llamado kilómetro 9 de la autopista Duarte ha devenido por uso en una terminal de entrada y salida de la Ciudad, pero de qué manera se ha deteriorado. Los choferes se apropiaron de espacios sin que ninguna autoridad interviniera. Otros improvisaron mercados a ambos lados de la vía.

Algo similar ocurre en la calle Hermanas Mirabal sobre la avenida Charles de Gaulle hasta la parada Mamá Tingó del Metro de Santo Domingo. Un capítulo parecido se repite en el distribuidor de la avenida Padre Castellanos, frente a la parada de la Línea II del Metro, al Sur. El área ha sido convertida en un abarrote de pequeñas concreteras y basura. Avanzando hacia el Sur, un tramo de la avenida Francisco del Rosario Sánchez fue transformado en un mercado que obstaculiza el tránsito y agrava el deterioro ambiental que acusa esa zona.

Esa misma tendencia se repite en la avenida Máximo Gómez con Los Reyes Católicos, al norte del Distrito Nacional, o en el kilómetro 9 de la avenida Mella, en el municipio Santo Domingo Este, o en cualquier punto de la Capital, como la “Duarte con París”.

La desarrabalización no está en su lista de prioridades, ha dicho uno de los alcaldes elegidos en el Gran Santo Domingo, pero en algún momento los municipios o el gobierno nacional deben afrontar este progresivo deterioro de los espacios públicos.

¿Es un reflejo de la puerilidad de la vida pública? ¿Qué avanza a mayor velocidad, el asumido progreso, o la degradación, junto con la inseguridad? ¿Hacia dónde vamos?

Posted in Sin categoría

Esta vez no quise escribir de política ni de sus consecuentes males. Tampoco me interesa insistir en los recurrentes temas de seguridad ciudadana, carestía de productos de consumo masivo o del caótico tránsito de la capital.Esta vez quiero hablar de la principal crisis con la que debemos lidiar seriamente en República Dominicana, que como dije no es política ni económica. Me refiero a los males del alma. A esos males que se desprenden de comportamientos desconectados de los estrictos parámetros que nos exige la moral.

Estoy convencida de que la división de clases, la exclusión social, el afán desmedido de poder, la explotación, la avaricia, la corrupción y la agresividad en todas sus manifestaciones, no son más que una amplificación de nuestros conflictos y carencias internas.

Hemos vuelto a nuestro pueblo en un completo desorden. En vez de agilizar el paso para alcanzar el desarrollo pleno; en vez de sentarnos a recapacitar y pensar juntos sobre los desafíos que nos depara el futuro, preferimos distraernos con conflictos que nada aportan a los propósitos fundamentales del tan debatido proyecto de nación. Tantos ruidos vacíos han terminado afectando no sólo nuestros oídos, sino también nuestras conciencias.

Estamos bajo los efectos de una anestesia conductual que nos conmina a existir como que nada nos importa. Ni siquiera sentimos el dolor ajeno, por estos males que nos acechan y por otros que aguijonean el comportamiento excesivo de muchos.

Caminamos en un mundo ahogado por el egoísmo y la falta de valores. Asistimos a un concierto cotidiano y sin remedios inmediatos de una violencia generalizada; de falta de tolerancia; de la incapacidad de convivir pacíficamente; de la indiferencia ante el cuadro patético de jovencitas jugando a ser madres; de nuestra juventud perdida en el mundo de las drogas; de la irresponsabilidad de políticos ocupados en sus apetencias personales, presos de esa ambición dañina que carcome el alma y los empuja a practicar el chantaje moral de que “el medio justifica el fin”. Es un todo o nada para lograr sus objetivos.

Ya ningún episodio despierta asombro bajo este cielo de Dios. ¿Cuándo y en qué momento dejamos de ser humanos para convertirnos en seres despiadados que no conocen ni les importa la angustia, desesperanzas o el dolor ajeno?
Dar y darnos a los demás, desde todos los ámbitos de la sociedad, debería ser nuestra mayor riqueza y principal objetivo como sociedad. Creo que es la mejor manera de recuperar nuestra perdida condición de “seres humanos”, imprescindible para afrontar la crisis de la que hablo.

Necesitamos un cambio sin demora, no de gobiernos ni de partidos políticos, porque los hay para rato. Nos urge un cambio que revolucione y trabaje directamente nuestra conciencia, la justicia social y la ética. Debemos dejar que primen el sentido de la responsabilidad, de la decencia y el respeto hacia el prójimo, sin reparar en su circunstancia social, política o religiosa.

Es que lucimos como aburridas bocinas con esos rancios e infecundos llamados a “fortalecer” la democracia, la institucionalidad y a transformar nuestros patrones de conducta. No vamos a cambiar las cosas desde afuera, con invitaciones cuajadas desde confortables oficinas. Pero tampoco la cambiaran los políticos. Cambiaremos cuando seamos capaces de asumir como un verdadero compromiso arrancar de cuajo las causas principales de los problemas que nos aturden.

Y esa lucha debe librarse desde lo más profundo de nuestros corazones; desde nuestros hogares; volviéndonos más humildes; abriéndonos a los demás y robusteciendo nuestra creencia en Dios.

Es un reto. No es tan sencillo. Los tiempos son diferentes. Todo eso lo sé. Pero también conozco lo bueno, válido y verdadero para cambiar este estado de cosas. Y aspiro a ello. Nadie podrá deshacer el optimismo desbordado con el que pude terminar estas líneas.

Posted in Sin categoría

Que los residentes de cualquier sector del país digan que “se sienten huérfanos de seguridad”, que los robos y asaltos están a la orden del día, que se practica cualquier juego ilícito sin sanción, que se sienten atemorizados por balaceras recurrentes, que el consumo de drogas… etcétera y etcétera, sin que en cualquier circunstancia aparezca un policía, “es comprensible”, porque los policías están escasos para “tantas situaciones”, y porque, total, todos no podemos tener uno a nuestras espaldas, protegiéndonos, en cada esquina. ¡Y con esos salarios! Sería pedir demasiado.

Ahora bien, que los médicos del Darío Contreras griten, clamen, que les asignen protección que evite ser victimizados por parientes de pacientes, que reclaman, “urgentemente”, atenciones, es para inquietarnos.

¿Cómo es eso que no haya agentes de seguridad, por no decir policías, que cuiden el personal de servicio en un hospital del Estado? Que los médicos o los concurrentes no confíen en que sus vehículos estén seguros en los parqueos.
Cualquiera en su sano juicio diría que eso no puede ser. Pero es tan cierto, que el Colegio Médico Dominicano (CMD) ha debido acompañar a sus miembros en un paro de 48 horas.

Entonces, ¿a quiénes les cargamos esa anómala situación? ¿Al administrador del centro de salud que no gestiona la prestación del servicio? ¿Al Ministerio de Salud que no lo acompaña para lograrlo? ¿A la jefatura policial, que no le dispensa los miembros suficientes para garantizar la seguridad?

La respuesta la dejamos de tarea.

Mientras, procede otra cuestión. ¿Es posible que seres con características humanas acudan con un pariente a un establecimiento de salud y agredan, en turbamulta, a un médico que cumple con su obligación?

¿Qué clase de ciudadanía es esa?

Lo peor de todo es que tengamos seres de esa calaña, que actúen de esa forma y que no haya consecuencia, que no sean perseguidos y sometidos a la justicia para la condigna sanción.

¿Hacia dónde vamos?

Posted in Sin categoría

El país político vive un momento singular. En el PLD, que hasta hace poco se veía como ganador indiscutible del 2016, se han profundizado fisuras que no se sabe hasta dónde avanzarán…

En el proyecto que podía ser opción,  igual se observan fisuras que de profundizarse lo conducirían al despeñadero. Ha desanimado hasta a sus más aventajados estimuladores.

En el que alguna vez fue la esperanza nacional, apenas empieza a verse algunos movimientos en la dirección adecuada, tendentes a convertirlo de nuevo en  opción de poder, pero sus viejos compañeros le hicieron tanto daño a su líder actual, que su futuro es igual incierto. ¿Hacia dónde vamos?

Posted in Sin categoría

Como se sabe ya que ni siquiera el avestruz mete la cabeza ante el peligro, los dominicanos no tenemos tampoco cómo hacerlo. Es imposible desentendernos.

Los hechos son demasiado visibles, macabros y espectaculares, todo a la vez, y no tenemos más remedio que encararlos.

En estos días hemos visto de todo. La violencia habitual y otros hechos que por momento sugieren un reto a la capacidad de las autoridades llamadas a evitarlos o enfrentarlos.

A veces, violencia con aparente contenido social, otras veces, ladrones vulgares. O un día cualquiera, una dotación policial, la de San Francisco de Macorís, que se olvidó que estaba bajo un estatuto especial y se constituye en banda y va a un recinto judicial y “rescata” a un compañero de uniforme que cumplía una coerción, so pretexto de que sería linchado en prisión.

La violencia va de barrio a barrio, de pueblo en pueblo. Establece residencia por algún período en unos. La gente soporta con miedo, hasta que decide levantarse. Y el ciclo se repite.

Esta vez la situación es especialmente inquietante por el hecho de que vivimos la larga transición política. El presidente en ejercicio y el presidente electo en el exterior. El primero en son de despedida y el segundo haciendo las gestiones para sus planes de gobierno.

Es una situación inquietante, y no por efecto de los actores políticos, sino por la ola desenfrenada de  criminalidad. Un  paraíso para los delincuentes de toda laya.

Es como si estuviésemos en los prolegómenos de la hora final de una cultura, la de la paz, en pleno declive, en una isla perdida en el Caribe.

Y así, nadie sabe hacia dónde nos llevarán estos caminos.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas