La ilusión de controlar

Anxo Penalonga concluye su libro “Homo economicus” analizando las erradas decisiones que los seres humanos toman, “creyendo que” tienen la situación bajo control. Continuamente son víctimas de ciertos prejuicios, a pesar de las estadísticas&#82

Anxo Penalonga concluye su libro “Homo economicus” analizando las erradas decisiones que los seres humanos toman, “creyendo que” tienen la situación bajo control. Continuamente son víctimas de ciertos prejuicios, a pesar de las estadísticas que demuestran su falsedad.

Menciona, por ejemplo, el caso de unos padres españoles que no dejan ir a sus hijas a un cumpleaños porque en la casa de la festejada hay un pitbull (amarrado, por cierto). Para complacerlos, se cambia el lugar de la fiesta a una finca con piscina, retirada de la ciudad. ¡Y los padres felices!

Pero resulta que los pitbulls matan muchísimo menos que el tráfico (seis personas en toda España en 20 años). Cuando matan es noticia de primera plana precisamente por lo raro que es. A los mucho más frecuentes accidentes de carretera se está tan acostumbrado, que se pasan por alto. Como si esto no bastase, el ahogamiento es la segunda causa de mortalidad de menores. Poco importa que sepan nadar, porque cuando es así los adultos supervisan menos.
Sin darse cuenta, y “creyendo que” estaban siendo irreprochables, estos padres no han hecho más que exponer a sus pequeñas a un riesgo mayor.

Ocurre parecido cuando se asume que la familia va más segura con el padre al volante (las estadísticas demuestran que las mujeres tienen menos accidentes). Y cuando temblamos de miedo al subir al avión (a pesar de que está demostrado que es el medio de transporte más seguro).

En definitiva pues, los peligros que nos atemorizan son muy distintos a los que en realidad nos matan. Y cuando somos optimistas, funcionamos igual. Desperdiciamos un montón de dinero jugando a la loto, cuando todas las matemáticas están en nuestra contra. ¡Qué seríamos si no soñáramos!
Como “más fácil es desintegrar un átomo que un prejuicio”, Penalonga recomienda entonces acudir a los números. Esos odiosos y fríos, pero fiables amigos, que nos aclaran el panorama y desentrañan lo real de lo imaginario o deseado.

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