Invasión de Penn y Venables

Nunca se me había ocurrido cuestionar el crédito por la derrota de la expedición inglesa enviada por Oliver Cromwell bajo el mando de William Penn y Robert Venables a la captura de la Isla de Santo Domingo que nuestra historia reconoce, como figura&#82

Nunca se me había ocurrido cuestionar el crédito por la derrota de la expedición inglesa enviada por Oliver Cromwell bajo el mando de William Penn y Robert Venables a la captura de la Isla de Santo Domingo que nuestra historia reconoce, como figura principalísima, en Bernardino de Meneses Bracamonte y Zapata, Conde de Peñalba, hasta leer de Rodríguez Demorizi, que la invasión se inició cuando el “día 23 de abril de 1655 desembarcaron por las playas de Nizao las tropas invasoras, y ya el día 14 de mayo, después de haber sufrido considerables pérdidas de armas y de hombres, se retiraban precipitadamente”.

El Conde de Peñalba fue nombrado Capitán General, presidente de la Real Audiencia y gobernador de la colonia, el 13 de noviembre de 1653, pero partió de España en febrero de 1655, arribando a Santo Domingo la noche del 8 de abril, tomando posesión el 9 de abril, catorce días antes del inicio del desembarco de las tropas inglesas, aunque Pedro Agustín Morel de Santa Cruz contabiliza una diferencia de apenas seis días. Este relata la sorpresa de las autoridades frente a tan formidable armada y su disposición de rendirse frente a las tropas inglesas.

Para tomar la más correcta decisión se convocó el consejo de guerra y se dejó la última decisión común a reserva de Juan de la Sarra, alcaide de la principal fortaleza de la ciudad. Éste respondió: “que si ellos hallaban en ánimo de entregar a sangre fría la ciudad, él nunca ejecutaría acción tan vergonzosa, sino antes bien se opondría en defensa hasta rendir el espíritu  por lo respectivo al puesto que mandaba, y que el Rey había confiado a su fidelidad”.

El capitán general, debido al poco tiempo en el cargo, no estaba muy al tanto de las prevenciones. Sin embargo, los vecinos más avezados y diestros en esos menesteres le solicitaron que les permitiera conducir la función según sus experiencias, lo cual aprobó y los hizo proveer de cuanto solicitaron para la defensa.

Como consecuencia, los puestos de defensa marítima se cubrieron rápidamente, mientras un vecino experto se ofreció para, con 50 hombres de su elección, defender el castillo de San Jerónimo. El resto de los voluntarios se distribuyó en emboscadas que les permitieran el mejor uso de sus principales armas, la lanza y el machete.

La expedición inglesa de doce mil hombres encontró un formidable opositor en los cañones de defensa marítima, mientras la infantería encontró en las milicias de la isla a un enemigo que sabía guerrear con sus herramientas de trabajo, un aparato de guerra que se supone no podría enfrentar el poderío inglés.

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