“La viuda alegre” conquista al público en el TN

A pocas semanas de la presentación de “La Bohème”, la sala Carlos Piantini del Teatro Nacional Eduardo Brito volvió a vestirse de gala.La internacionalmente afamada opereta “La viuda alegre”, obra del austríaco Frankz Lehár,…

“La viuda alegre” conquista al público en el TN

La internacionalmente afamada opereta “La viuda alegre”, obra del austríaco Frankz Lehár, con textos de Leo Stein y Víctor León,  fue presentada para sorpresa de muchos…

“La viuda alegre” conquista al público en el TN

La internacionalmente afamada opereta “La viuda alegre”, obra del austríaco Frankz Lehár, con textos de Leo Stein y Víctor León, fue presentada para sorpresa de muchos en español, en una versión de Roger Junoy, adaptada para la ocasión…

A pocas semanas de la presentación de “La Bohème”, la sala Carlos Piantini del Teatro Nacional Eduardo Brito volvió a vestirse de gala.

La internacionalmente afamada opereta “La viuda alegre”, obra del austríaco Frankz Lehár, con textos de Leo Stein y Víctor León,  fue presentada para sorpresa de muchos en español, en una versión de Roger Junoy, adaptada para la ocasión por Humberto Lara, director de escena del montaje.

Sin dudas, una gran apuesta, pues con esto se logró que todos pudieran seguir perfectamente la línea de la obra, en textos y cantos, la cual, según sus productores, fue seleccionada por su exquisita música, encantadora y picaresca trama.

Un viaje a París del siglo XX
Con un nutrido grupo de asistentes, en su mayoría adultos, “La viuda alegre” logró transportar a un mundo frívolo, sofisticado y alegre de la ciudad de París de principios de siglo XX. ¿Cómo? Gracias a su cuidada, funcional y exquisita escenografía, obra de José Miura; su muy elegante y atractivo vestuario, diseñado para la ocasión por Iván Miura; el acierto ambiental logrado a través del juego de luces de la experimentada Lillyanna Díaz, y por último y no menos importante, con la magia que transmite su música, interpretada durante la noche por la Orquesta Filarmónica de Santo Domingo, dirigida por el director colombo-venezolano Carlos Andrés Mejía. 

Buena participación
Dentro de los responsables en darles el soplo de vida a los personajes principales se destaca en gran manera la reconocida soprano cubano-americana Elizabeth Caballero, en su papel de Ana Glavari, la viuda, quien logró cautivar a los presentes con su hermosa, impostada y muy entonada voz, quien por momentos cautivaba hasta el alma más fría. Por ejemplo, en el segundo acto, el más trabajado y elaborado de todo el espectáculo, al interpretar la  “Canción de la Vilia”. No hay dudas: fue el punto más luminoso de toda la noche.

Además, demostró su dominio escénico en las tablas, pues una de las características de la opereta es el conjugar canto y teatro, con argumentos frívolos-mundanos; múltiples enredos que en su mayoría suelen terminar felizmente.

Es un deber también resaltar la participación de la soprano argentina Gisela Zivic, en su papel de Valencienne. ¡Cuánta energía! Una actuación totalmente convincente al igual que la de nuestro tenor Enrique Pina, en un agradable Camilo Rosillon.

Demostró una vez más que su talento es incuestionable, a la altura de cualquier escenario internacional. El toque de humor estuvo en manos de los cubanos Alberto Llovet e Israel González, ambos en sus papeles del Barón Mirko Zeta y el Canciller Niegus, respectivamente. Sus simpáticas actuaciones cumplieron a cabalidad el perfil de los papeles interpretados.

Talento innato, esfuerzo y elegancia en las tablas

La pieza reunió un nutrido grupo de cantantes y actores dominicanos junto a miembros del Coro Nacional Dominicano. Su participación logró el toque especial para que todo encajara a la perfección. Merecidas felicitaciones a los miembros del Ballet Nacional Dominicano, en especial su participación en el segundo acto, así como los atléticos solos de los hombres, en el tercero, son una muestra de talento innato, esfuerzo y sobre todo, una de las compañías artísticas más comprometidas con la difusión del arte dominicano. Extensivas sean las congratulaciones a la Sociedad ProArte Latinoamericana.

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La internacionalmente afamada opereta “La viuda alegre”, obra del austríaco Frankz Lehár, con textos de Leo Stein y Víctor León,  fue presentada para sorpresa de muchos en español, en una versión de Roger Junoy, adaptada para la ocasión por Humberto Lara, director de escena del montaje.

Sin dudas, una gran apuesta, pues con esto se logró que todos pudieran seguir perfectamente la línea de la obra, en textos y cantos, la cual, según sus productores, fue seleccionada por su exquisita música, encantadora y picaresca trama.

Un viaje a París del siglo XX
Con un nutrido grupo de asistentes, en su mayoría adultos, “La viuda alegre” logró transportar a un mundo frívolo, sofisticado y alegre de la ciudad de París de principios de siglo XX. ¿Cómo? Gracias a su cuidada, funcional y exquisita escenografía, obra de José Miura; su muy elegante y atractivo vestuario, diseñado para la ocasión por Iván Miura; el acierto ambiental logrado a través del juego de luces de la experimentada Lillyanna Díaz, y por último y no menos importante, con la magia que transmite su música, interpretada durante la noche por la Orquesta Filarmónica de Santo Domingo, dirigida por el director colombo-venezolano Carlos Andrés Mejía. 

Buena participación
Dentro de los responsables en darles el soplo de vida a los personajes principales se destaca en gran manera la reconocida soprano cubano-americana Elizabeth Caballero, en su papel de Ana Glavari, la viuda, quien logró cautivar a los presentes con su hermosa, impostada y muy entonada voz, quien por momentos cautivaba hasta el alma más fría. Por ejemplo, en el segundo acto, el más trabajado y elaborado de todo el espectáculo, al interpretar la  “Canción de la Vilia”. No hay dudas: fue el punto más luminoso de toda la noche.

Además, demostró su dominio escénico en las tablas, pues una de las características de la opereta es el conjugar canto y teatro, con argumentos frívolos-mundanos; múltiples enredos que en su mayoría suelen terminar felizmente.

Es un deber también resaltar la participación de la soprano argentina Gisela Zivic, en su papel de Valencienne. ¡Cuánta energía! Una actuación totalmente convincente al igual que la de nuestro tenor Enrique Pina, en un agradable Camilo Rosillon.

Demostró una vez más que su talento es incuestionable, a la altura de cualquier escenario internacional. El toque de humor estuvo en manos de los cubanos Alberto Llovet e Israel González, ambos en sus papeles del Barón Mirko Zeta y el Canciller Niegus, respectivamente. Sus simpáticas actuaciones cumplieron a cabalidad el perfil de los papeles interpretados.

Talento innato, esfuerzo y elegancia en las tablas

La pieza reunió un nutrido grupo de cantantes y actores dominicanos junto a miembros del Coro Nacional Dominicano. Su participación logró el toque especial para que todo encajara a la perfección. Merecidas felicitaciones a los miembros del Ballet Nacional Dominicano, en especial su participación en el segundo acto, así como los atléticos solos de los hombres, en el tercero, son una muestra de talento innato, esfuerzo y sobre todo, una de las compañías artísticas más comprometidas con la difusión del arte dominicano. Extensivas sean las congratulaciones a la Sociedad ProArte Latinoamericana. – See more at: http://www.elcaribe.com.do/2013/08/26/ldquo-viuda-alegrerdquo-conquista-publico#sthash.zjHcQHFp.dpuf

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La internacionalmente afamada opereta “La viuda alegre”, obra del austríaco Frankz Lehár, con textos de Leo Stein y Víctor León, fue presentada para sorpresa de muchos en español, en una versión de Roger Junoy, adaptada para la ocasión por Humberto Lara, director de escena del montaje.

Sin dudas, una gran apuesta, pues con esto se logró que todos pudieran seguir perfectamente la línea de la obra, en textos y cantos, la cual, según sus productores, fue seleccionada por su exquisita música, encantadora y picaresca trama. Un viaje a París del siglo XX

Con un nutrido grupo de asistentes, en su mayoría adultos, “La viuda alegre” logró transportar a un mundo frívolo, sofisticado y alegre de la ciudad de París de principios de siglo XX. ¿Cómo? Gracias a su cuidada, funcional y exquisita escenografía, obra de José Miura; su muy elegante y atractivo vestuario, diseñado para la ocasión por Iván Miura; el acierto ambiental logrado a través del juego de luces de la experimentada Lillyanna Díaz, y por último y no menos importante, con la magia que transmite su música, interpretada durante la noche por la Orquesta Filarmónica de Santo Domingo, dirigida por el director colombo-venezolano Carlos Andrés Mejía. 

Buena participación. Dentro de los responsables en darles el soplo de vida a los personajes principales se destaca en gran manera la reconocida soprano cubano-americana Elizabeth Caballero, en su papel de Ana Glavari, la viuda, quien logró cautivar a los presentes con su hermosa, impostada y muy entonada voz, que por momentos cautivaba hasta el alma más fría. Por ejemplo, en el segundo acto, el más trabajado y elaborado de todo el espectáculo, al interpretar la  “Canción de la Vilia”. No hay dudas: fue el punto más luminoso de toda la noche. Además, demostró su dominio escénico en las tablas, pues una de las características de la opereta es el conjugar canto y teatro, con argumentos frívolos-mundanos; múltiples enredos que en su mayoría suelen terminar felizmente. 

Es un deber también resaltar la participación de la soprano argentina Gisela Zivic, en su papel de Valencienne. ¡Cuánta energía! Una actuación totalmente convincente al igual que la de nuestro tenor Enrique Pina, en un agradable Camilo Rosillon. Demostró una vez más que su talento es incuestionable, a la altura de cualquier escenario internacional. El toque de humor estuvo en manos de los cubanos Alberto Llovet e Israel González, ambos en sus papeles del Barón Mirko Zeta y el Canciller Niegus, respectivamente. Sus simpáticas actuaciones cumplieron a cabalidad el perfil de los papeles interpretados.

Talento innato, esfuerzo y elegancia en las tablas. La pieza reunió un nutrido grupo de cantantes y actores dominicanos junto a miembros del Coro Nacional Dominicano. Su participación logró el toque especial para que todo encajara a la perfección. Merecidas felicitaciones a los miembros del Ballet Nacional Dominicano, en especial su participación en el segundo acto, así como los atléticos solos de los hombres, en el tercero, son una muestra de talento innato, esfuerzo y sobre todo, una de las compañías artísticas más comprometidas con la difusión del arte dominicano. Extensivas sean las congratulaciones a la Sociedad ProArte Latinoamericana.

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