El legado de la tiranía (1 de 3)

La prolongada tiranía de Trujillo, que alguna gente entre nosotros todavía añora 55 años después de su muerte, representó un enorme retroceso en todos los aspectos de la vida nacional. El país sufrió con Trujillo un atraso de treinta años,…

El legado de la tiranía (1 de 3)

A pesar del interés que sigue teniendo toda nueva o vieja versión sobre la llamada Era de Trujillo y a despecho de los años transcurridos, hay gente todavía en este país empeñada en presentarnos el terrible período conocido con ese sobrenombre&#823

La prolongada tiranía de Trujillo, que alguna gente entre nosotros todavía añora 55 años después de su muerte, representó un enorme retroceso en todos los aspectos de la vida nacional. El país sufrió con Trujillo un atraso de treinta años, que nos ha costado recuperar. Aún vivimos el nefasto legado de esa larga y oscura sombra de nuestra historia. La triste herencia del trujillismo está todavía patente en casi todos los rasgos del acontecer cotidiano dominicano. El autoritarismo y la intolerancia que caracterizan ciertos comportamientos nacionales, en la política como en la esfera privada, son elementos importantes de ese legado histórico.

Trujillo representó una etapa en la vida del país imposible de reivindicar, a despecho de lo que pretenden entre nosotros muchos panegiristas de ese régimen con influencia todavía en nuestro quehacer político, y gente que trata por ese medio de justificar sus propios errores y claudicaciones pasados. En ocasión de una conferencia en el exterior, alguien del público me preguntó cómo podría definirse la personalidad de Trujillo. Mi respuesta fue que en el país personas que le sirvieron han tratado de crear una imagen paternal de ese odioso personaje. Trujillo fue un tirano sanguinario y corrupto, que actuó siempre con mano impiadosa contra todo asomo de oposición. Fue un hombre incapaz de inspirar sentimientos nobles o grandes empresas nacionales, que no fueran aquellas concebidas para su propio beneficio personal. Era un megalómano que disfrutaba con la humillación de amigos y adversarios. Una personalidad torcida en todo el sentido de la palabra.

En él, a diferencia de otros tiranos de su época, los únicos métodos válidos de interpretación de la realidad, fuera política, social o económica, eran la represión y la intimidación, en cuya aplicación se le reconoció siempre verdadero virtuosismo y crueldad incomparable.

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A pesar del interés que sigue teniendo toda nueva o vieja versión sobre la llamada Era de Trujillo y a despecho de los años transcurridos, hay gente todavía en este país empeñada en presentarnos el terrible período conocido con ese sobrenombre como un modelo ejemplar, digno de emulación. En el fondo lo que tratan los osados panegiristas de esa funesta época es justificar sus propios papeles y actuaciones y la de muchos de sus parientes o allegados.

Lo del sentimiento nacionalista del tirano no es más que una burda falsedad con la que se pretende enaltecer su régimen. Con frecuencia se cita la llamada “redención de la deuda pública externa”, como una manifestación de su amor por la patria y su profunda convicción nacionalista. La independencia financiera le era vital a sus propósitos de controlar todo el aparato económico de la nación.

De manera que al redimir la deuda, saldando las cuentas del país, Trujillo pasó a tener un control total y absoluto de cuanto se hacía y movía en la esfera de la actividad económica y financiera dominicana. Fue la creación del peso dominicano lo que consolidó realmente su dominio del país. Lo demás es cuento. Con ello Trujillo agrandó su fortuna personal y eliminó toda suerte de fiscalización externa sobre la economía dominicana. A la luz de estos resultados, ¿dónde radica el nacionalismo y las bondades de esa acción?

Los nostálgicos de la tiranía, aún nos quedan muchos, apelan a ese hecho y a la circunstancia de que tras la muerte del llamado Benefactor el país ha sufrido los efectos de un creciente e irresponsable endeudamiento, como muestra de las virtudes de ese régimen que sometió a la nación a los peores rigores y vicisitudes. Pero esta realidad sólo muestra la incompetencia, la falta de sensibilidad social y la absoluta carencia de visión política de aquellos que han tenido después la carga de dirigir el país.

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