Un liderazgo valiente y encantador de multitudes

Su papel histórico en la fundación y consolidación de la democracia comenzó en 1962, como movilizador de las primeras multitudes contra los remanentes del decapitado trujillismo. Es liderazgo cultivado en las calles contra toda persecución política&

Su papel histórico en la fundación y consolidación de la democracia comenzó en 1962, como movilizador de las primeras multitudes contra los remanentes del decapitado trujillismo. Es liderazgo cultivado en las calles contra toda persecución política de Estado. Al estallar la Guerra de Abril de 1965 es la voz que llama a defender la Constitución de 1963 que había sido pisoteada por los militares que derrocaron al primer gobierno democrático decente postrujillista del profesor Juan Bosch. Sus tesis y propuestas fueron todas exitosas, como líder visionario y pragmático que fue José Francisco Peña Gómez.

Peña Gómez, un líder que arriesgó la vida en múltiples ocasiones, nació y creció en el marco de una era de odio racial intenso contra los negros, en la que muy pocas personas de color podían descollar. Eran los tiempos de la lucha frontal en las calles con líderes como Martin Luther King, Malcom X, Nelson Mandela y Peña Gómez. El racismo hacía olas, en Estados Unidos, Europa y África, donde el negro era desplazado de su asiento por el blanco en cualquier autobús, hasta que llegó Rosa Park, una negra estadounidense que desafió y desmontó esa conducta indigna. Peña Gómez utilizó su discurso potente y elocuente para combatir y denunciar el racismo más lacerante que sufrió en carne propia al ser negreado por sus enemigos políticos que intentaron haitianizarlo y negarle su nacionalidad dominicana.

Maestro de vocación, abogado de todas las causas nobles, multilingüe, Peña Gómez venció la negritud superándose en la academia y derrotó sus propios complejos, que los tenía, para irse a las calles y a la radio a tomar control de su liderazgo nacional en 1973, cuando la primera gran división protagonizada por Juan Bosch en el PRD para fundar el hoy gobernante PLD. En aquel duelo intelectual y político, Peña llegó a proclamar su histórica frase: “Yo soy un astro con luz propia”, desafiando el liderazgo de su maestro, Juan Bosch. Y cinco años después, en 1978, logró demostrarlo en las urnas cuando llevó a Antonio Guzmán al poder con el Acuerdo de Santiago contra la tesis boschista de que era imposible derrotar el balaguerismo.

Si a algo llegó a temerle Joaquín Balaguer, pese a todo su poderío político-militar, fue a la extraordinaria capacidad oratoria de Peña Gómez, quien montó en Washington y en Europa la más contundente campaña contra los crímenes y los atropellos de la era balaguerista, y construyó relaciones de estadista con los líderes mundiales de la Internacional Socialista Olof Palmer, Billy Brant, Francois Mitterrant, Felipe González y la Familia Kennedy en Washington. Erigido en un respetado líder de la IS en América Latina y el Caribe, y movilizando multitudes en Santo Domingo, logró imponer temor y respeto al balaguerismo represivo. Lo que ha faltado en la República Dominicana actual, en los últimos 17 años, es el liderazgo valiente, responsable y estremecedor del poder, que encantaba multitudes, encarnado por Peña Gómez. Ese vacío está ahí todavía. Falta ese contrapeso para enderezar el ejercicio democrático del poder. Sin esos balances, los gobernantes abusan de sus pueblos, los mantienen ciegos, sometidos a grandes atropellos y desatinos. Descanse en paz, amigo José Francisco, ¡in memóriam!

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