Los dominicanos

Somos muy dados a vernos catastróficamente. Y cuando observamos algo admirable, algo verdaderamente ejemplar o modélico en otros países, con sorna y cinismo proclamamos: “Igualito que aquí”.En alguna medida refleja la conciencia…

Somos muy dados a vernos catastróficamente. Y cuando observamos algo admirable, algo verdaderamente ejemplar o modélico en otros países, con sorna y cinismo proclamamos: “Igualito que aquí”.

En alguna medida refleja la conciencia autocrítica nacional sobre nuestros rezagos y desórdenes institucionales y malas conductas individuales. Y esa visión catastrófica sobre República Dominicana no deja que nos reconozcamos en nada: somos lo peor en todo. Y con igual temperamento también nos aceptamos con los mejores récords en mal comportamiento, a nivel global.

Quizás sólo nos vemos como buenos en la pelota, y modernamente también nos flagelamos atribuyéndonos hasta la corrupción de los esteroides y demás malas yerbas en el béisbol de las Grandes Ligas.

¿Pero todo eso es cierto? ¿No estamos siendo demasiado duros con nosotros mismos, mientras no hacemos lo suficiente para desterrar nuestros malos desempeños y malas artes?
La realidad es que no somos tan malvados como nos miramos. Los dominicanos somos una Nación con una tremenda fortaleza, que ha sobrevivido como conglomerado humano, emocional, social y nacional, con una fuerte identidad, a toda clase de ataques y agresiones. Ocupaciones imperiales incluidas, y todas las hemos expulsado, de una forma u otra. 

Nos descubrimos con una mismidad singular y por eso proclamamos una República, y así hemos ido construyendo una formidable característica nacional que nos permite diferenciar nuestra especificidad en todo el globo.

Somos una nación vigorosa, que crece cada día, con un liderazgo regional, con una capacidad exportadora que no terminamos de descubrir, con una vitalidad para producir una buena parte de lo que consumimos, pero con grandes tareas sociales y económicas pendientes.

No hablemos de los pródigos recursos de nuestra tierra. Hablemos de nuestra gente. Podemos y debemos trabajar todos los días para vernos y sentirnos mejor. Para no percibirnos tan negativamente.

Somos buenos, y podemos serlo aún más. Por eso estamos en capacidad para crecer en todo el sentido de la palabra, para dar y recibir, convencidos de que somos gente de paz y trabajo, digna de ser orgullosamente dominicanos.
Veamos el mundo sólo como una oportunidad para cambiar lo malo que tanto nos censuramos. l

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