Los primeros 14 días de enero

Los primeros 14 días de enero no son del montón, no pasan sin pena ni gloria. Son de los de mayores expectativas del año, con nuestro espíritu entusiasta y decidido, como si naciéramos de nuevo, como si el destino nos diera una segunda oportunidad&#8

Los primeros 14 días de enero no son del montón, no pasan sin pena ni gloria. Son de los de mayores expectativas del año, con nuestro espíritu entusiasta y decidido, como si naciéramos de nuevo, como si el destino nos diera una segunda oportunidad para rectificar y avanzar. Lo triste es que ese entusiasmo suele ser efímero y se esfuma con los vientos carnavalescos.

Cuando inició este mes, nos reíamos con todos, abrazábamos efusivamente a media humanidad y felicitábamos hasta a los desconocidos. Nuestro corazón era un símbolo de pureza. Estábamos amables, nobles, casi santos. Fueron horas de alegría, decididos a esforzarnos para corregir lo necesario, que esos errores que cometimos no volverían a ocurrir. “No tropezaré dos veces con la misma piedra”, reflexionábamos. Intentaríamos cumplir nuevas metas, de esas que necesitábamos para desarrollarnos integralmente, no importando que fueran difíciles o no.

Y en nuestra lista colocábamos decenas de aspectos que debíamos mejorar, y que los resultados se verían precisamente en dos semanas. Entre los puntos, aparecía compartir más con nuestras familias, ser más tolerantes y comprensivos en nuestro lugar de trabajo, fortalecer los lazos con los amigos, ser más solidario con los vecinos y luchar más para que nuestro pueblo avance como Dios manda, que esta última parte es esencial en quien aspira ser positivamente diferente.

Nuestra vida espiritual también tomaría otros rumbos. Nos acercaríamos más a Dios, visitaríamos con mayor frecuencia la iglesia, participaríamos en grupos religiosos, amaríamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Lo académico por igual marcaría nuestros propósitos de año nuevo. Leeríamos al menos un libro cada semana, aprenderíamos idiomas, estudiaríamos economía, sociología u otra rama del saber, que ignorantes no podíamos quedarnos en un mundo competitivo.

Pero lo terrenal no se quedaba atrás, en especial lo material y nuestra salud. En nuestra lista aparecían elementos que pensábamos nos permitirían vivir algo mejor, quizás ampliar nuestra casa o comprar algún electrodoméstico.
Sobre nuestro cuerpo, jurábamos que desde el mismito enero no habría más excesos de comidas y que iríamos a caminar al menos cuatro veces por semana, y que de una vez y por todas utilizaríamos la máquina para hacer abdominales que se estaba oxidando en el patio.

Estos días han sido de esperanza, de renovación, de estímulo, de fe en nuestro porvenir. No olvidemos enero, sobre todo su nacimiento. No caigamos en la trampa de continuar con lo cotidiano que no funciona, con los problemas que no superamos, con el amor que no entregamos, con el servicio que no ofrecimos, con los sueños que no cumplimos. No dejemos que el ánimo de estas dos semanas agonice y luego muera en febrero al compás de los lechones cuajaos.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas