Mayo y la temporada ciclónica

Estamos a nueve días del inicio de la temporada ciclónica. Hemos visto el fin de la sequía estacional con las aguas de mayo, siempre estimulantes, pues devuelven el verde prado a los campos, aceleran y mejoran los ciclos de las siembras, alejan…

Estamos a nueve días del inicio de la temporada ciclónica. Hemos visto el fin de la sequía estacional con las aguas de mayo, siempre estimulantes, pues devuelven el verde prado a los campos, aceleran y mejoran los ciclos de las siembras, alejan las amenazas de los incendios forestales y suelen poner a punto los mangos, que despuntan en abril y maduran progresivamente en estos tiempos. Y lógicamente, las aguas también empiezan a cambiar los rostros de los productores, quienes  roturan sus tierras y acrecientan sus expectativas sobre las futuras cosechas. Las aguas de mayo devuelven la vida y no pocos las ven como una bendición.

En las ciudades las cañerías de los acueductos recobran los niveles normales. Pero surgen los temores que despiertan los fenómenos naturales, cada vez cargados no sólo de lluvias y vientos, sino de los imponderables contenidos en la potencia y grado de letalidad. El cambio climático los hace verdaderamente impredecibles. Ahora nunca se sabe qué vendrá en una vaguada, una tormenta, un ciclón o un huracán. Hay que prepararse. ¿Realmente nos preparamos?

Aunque los órganos de información y contingencia efectivamente se activan, asistimos a los consabidos anuncios, advertencias y alertas que sólo nos indican que estamos ante una nueva edición de la temporada ciclónica.

Si nos atenemos a los prolegómenos de la actual temporada, sugerimos que nos preparemos de verdad. Santiago fue literalmente sorprendida por una tormenta vespertina el pasado viernes 4 de mayo. Tumbó antenas, cables  eléctricos, inundó casas y negocios. Montecristi vio quebrar el lunes  su habitual tranquilidad con un tornado trastornador.

Todavía se pueden adoptar algunas acciones preventivas en zonas vulnerables, especialmente, donde la vida y bienes están permanentemente amenazados. Sólo hay que ver la fragilidad de la cuenca baja del río Yaque del Sur, que se ha salido de su cauce en varios puntos, sedimentado hasta su desembocadura, a riesgo de repetir cualquier tragedia.

Sin embargo, no se advierte ningún plan, ninguna acción preventiva. Luego, llegarán los operativos de rescate y suministro de alimentos. La misma historia.

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